lunes, 26 de junio de 2017

La galerna


Hemos tenido una mañana muy hermosa, con temperatura agradable y el cielo con nubes y claros. Al mediodía, como de costumbre, he bajado a la playa con la bici. Apenas quedan unos pocos días para que concluya junio. El 1 de julio, con puntualidad europea, Hendaya y su playa se anegarán de turistas. Los tendremos aquí hasta el final de agosto. El 1 de setiembre, como por arte de magia, desaparecerán. También como de costumbre he dado un paseo por la orilla –gran bajamar- antes de bañarme.
Sobre el Jaizkibel hay una gran formación nubosa que llama la atención. Luego, metido en el agua, la observo. Ya ha crecido. Destaca una gran columna. Las nubes aparecen oscuras en sus bases. El resto oscila entre el gris y el blanco. Aún quedan resquicios de azul. En unos minutos el cielo sobre la montaña se ha oscurecido. Es obvio que esa oscuridad va a descargar encima de nuestras cabezas en unos minutos. Pero la gente a mi alrededor no parece enterarse de nada. Ni siquiera miran al cielo. Aún tenemos sol. Me seco, me cambios y me voy, antes de que empiece a chaparronear. Veo una familia entera que se dispone a bajar a la playa. Pero una mujer advierte la que se avecina e informa al resto de la familia.
En ese preciso momento empieza la galerna. Se ha levantado un fuerte viento que levanta la arena y lo anega todo. Yo pedaleo hacia casa. Miro atrás y sólo veo una gran polvareda, formada por la arena en movimiento. Ya no se ve la orilla del mar. Los camareros se apresuran a levantar las terrazas, algunos hacen fotos con sus móviles. Llego a casa sin mayores incidencias. Al poco de llegar caen gruesas gotas de lluvia.

A lo largo del verano se producirán varias galernas como la de hoy, habitualmente a última hora de la tarde. En los días calurosos un frente frío se introduce rápidamente. Se levanta viento fuerte y bajan bruscamente las temperaturas. Este es un fenómeno, según leo, que se produce sobre todo en el Cantábrico oriental y en el golfo de Vizcaya, es decir, justo encima de nuestras cabezas. Los pescadores y navegantes las temen, porque suele encrespar mucho la mar y porque resultan imprevisibles.