El mirador de Fresno de Rodilla
A veinte kilómetros de la capital se alza esta pequeña localidad, situada en una zona de paso natural denominada “corredor de la Bureba”. Son las 9 de una tranquila mañana de final de mayo. Me pongo a caminar en dirección norte por una pista ancha y recta rodeada de inmensos campos de cereal y adornada por las amapolas que brotan al borde del camino. El cielo está parcialmente cubierto de capas de nubes finas, la brisa corre fresca aún y se escuchan piadas de pajarillos y el ruido de mis pasos. Tengo una leve sensación de irrealidad fruto sin duda de la amplitud y soledad de estos espacios abiertos al sol y a todos los vientos.
Restos del túmulo campaniforme, el mayor excavado en la provincia
La ruta de hoy -como la mayoría de las que hago por otra parte- es fácil y sin grandes desniveles. Al fondo veo un gran pinar, pero mi camino gira a la izquierda y se desvía. Tal vez otro día merezca la pena adentrarse en él. Enseguida doy con el túmulo campaniforme que ando buscando, apenas un promontorio herboso. Es el mayor de la provincia que ha sido excavado. En él se encontraron restos de cuatro cuerpos además de útiles líticos y cerámicos. Se calcula que tiene unos cuatro mil años y pertenece al periodo campaniforme. El perímetro es de 30 metros y la altura de 1.85. Los rótulos informativos están destrozados y borrosos.
Campos de cereal con el San Millán al fondo
A partir de aquí la ruta pasa por varias fuentes y manantiales, algunos requieren desviarse unos pocos metros, pero los que yo he visto apenas son algo más que hilos de agua. El tráfico de la autopista y de la nacional 1, a su paso por la Brújula, se escucha en la distancia. En este tramo las ampolas han desaparecido. En su lugar florecillas silvestres amarillas, moradas, blancas y azules ponen delicadas notas de color.
Las vistas sobre campos verdes son muy despejadas. La silueta del pueblo se perfila achatada sobre el horizonte, con el omnipresente San Millán por detrás.
La chopera en la hondonada
A la sombra de una chopera que surge en una hondonada me detengo a descansar un rato y comer algo. Resulta difícil encontrar un lugar donde sentarse. Al fin lo hago sobre una piedra bastante irregular. Cuando termino continúo el paseo. Alcanzo la carretera que conduce a Fresno, la atravieso y sigo por una senda que bordea el límite de una explotación ganadera y que se encuentra invadida por la maleza.
Ya en el pueblo me acerco hasta la iglesia de San Román. A juzgar por la vegetación que crece en su puerta de acceso es un templo que ya no se usa. Presenta un aspecto de abandono. Dispone de un muro perimetral, una torre maciza y un cementerio adosado. Las campanas están caídas y muchas golondrinas han tomado posesión del lugar. Luego leo que en el año 2012 sufrió un incendio que destruyó el retablo barroco, un par de tallas y el altar, además de ennegrecer las paredes interiores. La iglesia conserva la puerta de entrada y una pequeña y bella ventana con arco carpanel y decoración vegetal. No tengo noticias de que haya sido restaurada.
Preciosa ventana en la fachada de la iglesia
Acceso al cementerio
Aunque los seres humanos habitan estas sierras (Atapuerca) desde hace un millón de años, Fresno de Rodilla fue fundada hacia finales del siglo IX, coincidiendo con la repoblación tras la retirada de los musulmanes. Algunas casas, construidas con piedra caliza, mantienen el antiguo entramado de madera y adobe o yeso.
Merece la pena acercarse hasta el mirador, abarrotado estos días de
amapolas y otras florecillas. Las vistas sobre la Sierra de Atapuerca, la de la
Demanda y los Montes de Oca son espléndidas. Los caminos de tierra ocre serpentean entre
pequeñas elevaciones y se pierden en el horizonte.
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