miércoles, 4 de septiembre de 2019

Iris, compromiso con la sordidez


Hojeando El roce del tiempo, una colección de artículos y crónicas de Martin Amis, encuentro una reseña de la película Iris, en la que se cuenta la vida de la escritora Iris Murdoch (Dublín, 1919-Oxford, 1999).

La película, dirigida en 2001 por Richard Eyre, está basada en las memorias del que fuera su marido, John Bayley, crítico, escritor y profesor de literatura. Trata de forma alterna sobre sus inicios literarios y sobre sus últimos años, afectada por la enfermedad de Alzheimer.


Este párrafo de la reseña de Amis me incitó a buscar el dvd de la película:

“Los Bayley eran excéntricos… pero también eran conocidos por ser extraños en temperamento y hábitos… Son esa clase de personas a las que les gusta estar enfermas y hacerse viejas, que prefieren el invierno al verano y el otoño a la primavera (y suspiran por los días grises, sin sol). Les gusta la lluvia, la penumbra, el aislamiento, el silencio.”

Y también este otro, que me abrió un apetito voraz de ver la obra:

“En su vivienda, hasta el jabón estaba sucio… Montañas de libros, ropa sucia, periódicos viejos, botellas de vino llenas de polvo.”

A este y otros detalles similares, Amis lo llama “compromiso con la sordidez.”

Y, en efecto, todo lo que Amis señala, para mi satisfacción y regocijo, está en la película. Se trata de una película correcta, de la que probablemente habría disfrutado mucho más si hubiera leído las obras de Murdoch. Pero no es el caso.

A juzgar por la visto, Iris Murdoch fue una mujer fuera de lo común, de gran carácter, que vivió su vida como quiso sin atender ni a habladurías ni a las opiniones ajenas. El marido va siempre unos pasos detrás de ella, 
tartamudeando, pero no creo que fuera tan bobalicón como se le pinta.

La pasión por la escritura de la Murdoch, y la pasión de Bayley por su esposa, son los dos temas que centran esta obra. Ambas pasiones provocaban que la limpieza y el orden no fueran prioritarios en sus vidas, alejándose así de los hábitos pequeñoburgueses, tanto en lo que al sexo se refiere como a sus circunstancias domésticas.

Por mi parte he podido disfrutar de la belleza y la sensualidad de una de mis actrices predilectas: Kate Winslet, cuya sola presencia todo lo enaltece. No cabe duda de que las interpretaciones son el plato fuerte de esta cinta.

Los últimos años de Iris, afectada por el Alzheimer, fueron todo lo dramáticos y patéticos que cabe esperar.

Tras fallecer la escritora, su marido contrajo nuevo matrimonio, en menos de un año, con Audi Villers, viuda también y amiga de Iris.

Y como los cotilleos, incluso los literarios, son deporte nacional en todas partes, John Bayley los sufrió ampliamente, tanto por este segundo matrimonio como por los supuestos ligues que su condición de viudo le facilitaba o, al menos, eso cuenta en sus libros.

No parece que le importaran demasiado esas habladurías.

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