Los sepulcros del crucero --siglos XIII y XIV-- son una impresionante combinación de pintura y escultura.
Capilla de San Martín o del Aceite
Conocer Salamanca en dos días es imposible. Pero, si tengo que elegir un sólo lugar, elegiré la Catedral Vieja.
Muy pocas veces había sentido una impresión de misterio y recogimiento al entrar en un edificio religioso.
La catedral se construyó entre mediado el siglo XII y el XIII, cuando el románico había llegado a una fase de madurez y se había comenzado a experimentar con el gótico.
A esta catedral se le ha llamado “Fortis Salmantina”, por su carácter defensivo, aún visible en la solidez constructiva y en algunas almenas que producen las impresión de un castillo.
Los ábsides románicos
Para contemplar su cimborrio, conocido como la torre del Gallo, es preciso desplazarse por la calle de Tentenecio hasta el Patio Chico. Desde esta placita se disfruta también de los ábsides románicos.
El gallo de la veleta --el original está en el Museo-- simboliza la vigilancia del alma y el anuncio de la venida de Cristo al final de los tiempos.
El precioso retablo pictórico de la capilla mayor se compone de 53 tablas, pintadas probablemente por el florentino Dello Delli, ya en estilo gótico. Todo está presidido por una talla excepcional de la Virgen de la Vega, de tipo bizantino y toda ella revestida de chapa sobredorada.
Debido a obras de restauración, sólo pude ver una de las varias y antiguas capillas del claustro, la de Talavera. Está considerada como una de las piezas más originales de la catedral. Una de las peculiaridades de esta capilla --además del pendón comunero que alberga-- es que en ella se celebra aún el rito mozárabe.
Antiguo calendario mural con las fechas de celebraciones en rito mozárabe
El Museo Diocesano alberga también piezas muy interesantes.
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