domingo, 26 de enero de 2020

Invierno en Aiako Harria


 Estas deliciosas mañanas de invierno, frescas y soleadas, la atmósfera limpia y diáfana, con bancos de niebla adheridos en el fondo de los valles que el sol a duras penas puede limpiar.



La cima del monte Larrún aparece y desaparece entre las nubes.


Paseo por el costado este del parque natural --teniendo siempre a la vista la punta del monte Larrun, en territorio francés--, para aprovechar los rayos del sol.

Algunos caminos están muy embarrados y otros bastantes erosionados. El paso frecuente de bicicletas de montaña no favorece el buen estado de los caminos del parque.



En lo alto de los pinos hay un cuervo que grazna sin tregua. ¿Será una llamada de cortejo? ¿Un desafío? ¿Quiere marcar su territorio?


Como es domingo y hace buen tiempo proliferan los coches y los visitantes. Es agradable ver a los niños paseando con sus padres por estas campas.



Otra charca --con su vallado protector-- al borde del camino. Tiene un estrecho desagüe que atraviesa la senda. El hilo de agua luce limpio.


Los cencerros de las pottokas ponen una nota musical en el aire.


Los valles navarros del Bidasoa anegados por la niebla invernal.

A la sombra de un pinar --en el que me he detenido a comer algo y descansar--, contemplo el cresterío de las Peñas de Aya.

La piedra contiene la siguiente inscripción: “Desde aquí la deserción tiene pena de la vida.” Tiempos recios.