viernes, 22 de mayo de 2020

La ciudadela medieval de San Juan de Pie de Puerto

Una hora larga de carretera separa a Hendaya de San Juan de Pie de Puerto, bella e interesante localidad medieval pirenaica, de unos 1500 habitantes, situada en la Navarra francesa, también llamada Baja Navarra.

La mañana primaveral ha salido desbordada de luz. El tráfico, tras el parón debido a la epidemia, ya parece haber vuelto a su congestión habitual.


Saint-Jean-Pie-de Port es una localidad turística que es también un hito importante del Camino de Santiago. Desde ella el itinerario a Compostela se interna en España para atravesar el Pirineo y alcanzar Roncesvalles.


La ciudad antigua amurallada está situada en la orilla derecha del río Nive. En lo alto de la colina se encuentra la fortaleza de Mendiguren. A sus pies, Sancho VII el Fuerte, rey de Navarra construyó a principio del 13 una villa fortificada rodeada de murallas. Este Sancho fue uno de los protagonistas de la victoria sobre los almohades de Las Navas de Tolosa en 1212

Acceso a la iglesia y puerta de Notre-Dame

Tras la invasión y conquista de Navarra en 1512, por Fernando el Católico, fue escenario de frecuentes enfrentamientos que no consiguieron devolver la villa a sus reyes naturales. Permaneció ocupada por una importante guarnición española de forma intermitente, con períodos en los que pasaba a manos de tropas al servicio de los Reyes de Navarra, hasta 1529, cuando Carlos I abandona toda la Baja Navarra por el excesivo coste que suponía su conservación desde el punto de vista logístico y militar. Durante las guerras de religión entre católicos y protestantes que asolaron la Baja Navarra en el siglo 16, sufrió ataques e incendios.


La actual ciudadela se construyó en el siglo 17, cuando Luis XIII de Francia une las coronas de Francia y de Navarra, bajo el gobierno del cardenal Richelieu. Durante la Revolución francesa fueron abolidos sus fueros y se aprueba la nueva división administrativa, que reúne las tierras de la Baja Navarra y el Béarn en un nuevo departamento.


Durante la Guerra de la Convención, a fines del siglo 18, fue el centro desde el que partieron los ataques franceses contra el sur de los Pirineos.

 

Restaurada en fecha reciente la ciudadela constituye un bello ejemplo de un sistema defensivo complejo de fosos, bastiones, posiciones artilleras, bocas de fuego, puentes levadizos. Dispone de varios miradores desde los que se contempla todo el territorio alrededor. El paseo a lo largo y ancho del dominio, a la sombra en ocasiones de ejemplares centenarios de hayas y álamos es un ejercicio inolvidable. También ha sido acondicionado el camino de ronda.

La actividad comercial turística se centra en dos calles: la de la Ciudadela y la de España. Toda la infraestructura turística está muy cuidada y perfectamente señalizada en varios idiomas. Por causa de la epidemia encontramos muchos lugares cerrados. Abundan los artesanos, a los que se puede ver trabajar en sus tiendas: alpargateros, ceramistas, curtidores… Estremece pensar qué será de todos ellos si el turismo no se restablece.


En la encrucijada de ambas calles, junto al Nive, se encuentra la iglesia gótica de Nuestra Señora del Cabo del Puente, de amplias hechuras, considerada la segunda en importancia tras la catedral de Bayona. El edificio está integrado en el sistema defensivo. En la base de su torre se encuentra una de las puertas de acceso. El interior es una gran nave sustentada por grandes columnas, sólidas y exentas de decoración. Dos plantas de tribunas de madera ocupan las alturas.

 La rue de la Citadelle

Enfrente de la Oficina de Turismo está el Ayuntamiento, que ocupa la Casa Mansart, una gran mansión abuhardillada del siglo XVIII, que perteneció a un acaudalado comerciante de lana. En la calle que conduce a la ciudadela está la Cárcel de los Obispos, hoy reconvertida en museo, pero que permanece cerrado estos días de confinamiento. Un bucólico paseo a orillas del río nos conducirá hasta el puente de Eyheraberry, junto a una plazoleta donde se celebraban fiestas patrióticas en la Revolución.


En las laderas próximas pueden verse los viñedos de donde sale el vino de Irulegui propio de esta comarca. Ni qué decir que toda la comarca, bañada por el Nive tiene un gran atractivo paisajístico y ecológico, con numerosas rutas para practicar el senderismo.


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