viernes, 16 de octubre de 2020

El humor corrosivo de S. J. Lec

El maestro Cristóbal Serra me descubrió a este extraordinario aforista polaco: Stanislaw Jarzy Lec que vivió 57 años, entre 1909 y 1966.

Se trata de un “aforista bisturí”, con un sentido del humor más bien negro y una ironía demoledora y desesperanzada, pero no exenta de ternura.

Su vida hace honor a su obra y viceversa.

Fue internado en un campo de concentración (procedía de una rica familia judía) por los invasores alemanas. Su dominio del alemán, y un uniforme de las SS, le permitieron huir.

Pasó a la resistencia y luego al ejército popular.

No soporta el estalinismo y emigra a Israel. Pero Israel tampoco le satisface y regresa a Polonia.

Practica una gran rebeldía crítica y un humor corrosivo. Serra lo emparenta, por su humor descabellado, a los rabíes locos del judaismo.

En España sólo se ha publicado una mínima parte de su obra. Aquí lo introdujo Emilio Quintana, a quien corresponde, en colaboración con Anna Luzny, la traducción de los aforismos que me he permitido seleccionar, editada por Península en 1997 con el título de Pensamientos despeinados.


Pensamientos despeinados

Al derribar las estatuas, respetad los pedestales. Siempre pueden ser útiles.

Si el arte de la conversación estuviera más desarrollado entre nosotros, sería menor el crecimiento deográfico.

A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César. ¿Y a los hombres qué?

Estaban tan pegados que ya no había lugar para los sentimientos.

¿Os imagináis a una mujer que durante mil y una noches dejara que su amante le contara cuentecitos?

En el cuello de la jirafa la pulga empieza a creer en la inmortalidad.

A la gente le vendría bien, de vez en cuando, tomarse un día libre de la vida.

Hay quien nace hombre de Estado… de excepción.

Es posible taparse los ojos ante la realidad, pero no ante los recuerdos.

En la cima se está al borde del abismo.

Puede que explotemos industrialmente las almas humanas algún día.

En nuestro país disponemos de una gran fuente de energía sin explotar: la desfachatez de los que no tienen medio dedo de frente.

Recordadlo, el precio que hay que pagar por la libertad disminuye cuando crece la demanda.

Sé realista: no digas la verdad.

¡La esquela sería una excelente tarjeta de visita!

Su pensamiento es puro deleite. No fecunda a nadie.

Donde todos cantan a coro, la letra no importa.

Los criminales avanzan con una pancarta: “¡No tortureis las conciencias, dejadlas dormir tranquilas!”

Y, sin embargo, la humanidad progresa. Cada vez se juzga a los genocidas de un modo más humano.

He aquí un defensor de los derechos: los defiende tan bien para que nadie pueda disfrutar de ellos.

Llevaba una vida variopinta. Era el que cambiaba las banderas.

Cuando poblemos los desiertos, desaparecerán los oasis.

Dijo el eunuco: “Para qué quiero yo una mujer, lo que necesito es un harén.”

A un hombre de verdad se le reconoce incluso cuando está desnudo.

Cuando los enanos quieren crecer, precisan de los huesos de los demás.

Siempre tengo miedo de los que reclaman el gobierno de las almas. ¿Qué hacen con los cuerpos?

Algunos nunca sueltan el timón. Siempre puede servir para otra barca.

Un trato frecuente con los enanos deforma la columna vertebral.

¿Estás ávido de sangre? Sé una pulga.

Tener cuidado, no sólo un error de imprenta puede transformar “racionalismo” en “nacionalismo.”


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