martes, 21 de diciembre de 2021

El poder del perro, de Jane Campion

 


Sé que a muchos de por aquí les ha gustado esta película. Yo en realidad no puedo opinar porque la abandoné a los diez minutos. La razón es bastante simple: no soporto el sadismo psicológico, el ensañamiento con el débil o con el menor, o con el inferior. Ni siquiera en el cine.
Recuerdo que en la juventud admiré, pese a su dureza, y largueza, el Fanny y Alexander de Ingmar Bergman. Mucho tiempo después, la volví a ver en un pase por televisión y abandoné a la hora (la peli dura 4) en cuanto apareció aquel tipejo sádico y puritamo con quien se casa la madre... 

En esta obra, un rudo vaquero medio tarado se dedica a machacar a un delicado joven. Así comienza esta película. No quise saber más. No tengo la menor intención de volver a intentarlo ni creo que vuelva a repetir con la señora Campion, de quien, si mal no recuerdo, su obra El piano ya me dejó un regusto desagradable.

Para mi esta exhibición de la crueldad es un recurso despreciable. Cualquier película pornográfica es un adorable juego de niños al lado de este tipo de ejercicio pretencioso.

Lo que más me alegra es no haberla visto en el cine, como estuve tentado de hacer. Pero vi un tráiler y algo me dijo que aquello no era para mí. Cuando la empecé en Netflix se confirmaron mis malos augurios.