Con esta estupenda película está pasando como con todo en el mundo actual: hay una polarización tremebunda, todo es blanco o negro, han desaparecido por completo los matices. Mucha gente cree que se trata de una película excelente y otra mucha la considera basura y se ríe de ella. La polarización, una vez más. Está pasando con todo: la política, la ecología, la economía, la religión, el arte, la pandemia, las vacunas… Con absolutamente todo.
La razón de ellos creo que es sencilla: hasta hace unos pocos años sólo opinaban de las cosas unos pocos privilegiados, aquellos que tenían libre acceso a la intervención en los medios de comunicación. Esto ha cambiado radicalmente con internet. Ahora cualquiera puede opinar y, además, cualquiera se cree capacitado para hacerlo, lo que por otra parte es cierto, cualquiera puede opinar, está en su derecho. Lo que no es cierto, de ninguna forma, es que todas las opiniones valgan lo mismo. Y lo que también es cierto es que la mayoría de las opiniones carecen de cualquier valor.
Lo que también ocurre, y es quizá lo más grave, es que el manejo de los contenidos de los medios, internet incluído, es la principal arma del poder. Y no sólo por la acumulación, interpretación y manipulación de los famosos metadatos, que también, sino porque los propietarios de los medios (incluídos Facebook, Twitter y el resto de las redes sociales) hacen con ellos lo que se les antoja, como es natural, por otra parte. Es decir, los utilizan a su antojo y conveniencia.
La estrategia es hacer creer, permitiendo esta explosión de opiniones (la gran mayoría infundadas y teledirigidas), que los propietarios son neutrales y que ceden graciosamente sus poderosos instrumentos mediáticos para que las masas se explayen en ellos graciosamente. En efecto, las masas no desaprovechan la oportunidad de hacerlo. De esta forma entran, entramos, en un juego perfectamente banal cuya principal efecto es el de mantener a la gente entretenida.
Esta película, en mi opinión excelente, aunque le sobra media hora, se ocupa de todo ello. Mejor dicho, se ríe de todo ello, pues se trata de una obra satírica, que pone en cuestión al uniformizado mundo actual. Pero, como ocurre con todas las sátiras, lo hace con mucho más fundamento del que aparenta.
Algunos creen que No mires arriba es una crítica a Trump. Pobres sectarios. La obra es mucho más ambiciosa y no retrata un gobierno, sino un sistema, una sociedad, un globalismo.
Por lo demás, es una película llena de matices, de planos enigmáticos, abierta a interpretaciones. En fin, justo lo contrario del aburrido debate que ha abierto, lo que también es un mérito en sí mismo. Los actores están bien. Hasta la sobreactuante Meryl Streep me gusta. Pero me permito poner un poquito más arriba en el pedestal a la bella Jenniffer Lawrence que incluso cuando va de desastrada mantiene su carisma.