martes, 29 de noviembre de 2022
Los colores otoñales preludian el invierno
Llueve, sopla el viento de poniente, el aire se ha enfriado. El ciclo se cierra y las hojas otoñales tapizan el suelo. Irrumpe el invierno pues, en estos pagos, sólo hay dos estaciones: el verano y el invierno, más o menos aparatoso pero invierno al fin; medio año para cada una.
Hoy toca paseo, aunque antes dedico un rato a la fotografía. Pronto no quedará rastro del colorido otoñal. Por los jardines de Pierre Loti bajo hasta el camino de la bahía. En los jardines hay una tienda de campaña y diversos enseres a su alrededor. Paso de puntilla para no molestar o, tal vez, para que no me molesten.
En el camino despliego el paraguas y, de vez en cuando, aprovecho que la bajamar ha dejado al descubierto los fondos lodosos –donde se alimentan multitud de aves– para seguir con las fotos. El viento complica aún más la operación. Aprendo a manejar el móvil con una mano, como si fuera un adolescente. Pero sólo lo consigo a medias.
Apenas me cruzo con nadie: algún paseante que desafía la inclemencia y los sufridos propietarios de perros que no pueden descuidar a sus mascotas, aunque algunos lo hagan, como ese perro que ha bajado a los limos, corre alocado de un lado a otro y espanta y molesta a las aves.
Aun estoy lejos de haber recuperado mi forma física. Tengo que hacer paradas para reponerme. Esto va para largo y tengo claro que ya no podré caminar con la desenvoltura anterior a mi operación vascular. Ahora voy más despacio y esto, que parece un inconveniente –y lo es–, me permite también observar detalles que antes me pasaban desapercibidos. Hay tanto que ver, hay tanta vida escondido alrededor…
Regreso sobre mis pasos, vuelvo a pasar de puntillas junto a la tienda, asciendo las escaleras. A la ida el agua descendía a chorros por los peldaños. Ahora hasta han asomado algunos rayos de sol. Un espejismo.