Deshabitada durante años,
he visto cómo la arruinaban día a día.
Debe ser de los años veinte,
quizá anterior. Es una de las villas
más hermosas de Hendaya.
Cuando los bárbaros juveniles intentaron
apoderarse de ella, los ignotos
propietarios tapiaron puertas y ventanas.
Luego llegaron los niñatos
y la pintarrajearon.
Pero aún conservaba su belleza,
cada vez más distante y ajada.
Todos los días paso a su lado,
hasta la fatídica mañana de hoy,
29 de octubre de 2024.
Otoñea el majestuoso roble que la escolta
desde una esquina de la finca;
sus ramas se inclinan sobre la carretera.
Hoy han comenzado a derribarla.
Era cuestión de tiempo: primero
la abandonan y luego la derriban.
Me pregunto qué pasará con el roble
y con el resto del arbolado.
Supongo que correrá la misma suerte
que la casa. Es una parcela
muy codiciada y nada bello debe
quedar en pie. Tiempo de destrucción,
impuestos y plusvalías.