
Qué fría es la niebla. Parece que se filtrara entre la ropa y te alcanzara la piel.
Hoy ha estado presente durante toda la mañana. Cuando he bajado a mi caminata playera se abrían algunos claros hacia las Gemelas.
De no ser por las hendiduras que se abren esporádicamente parece un cielo de nieve. El horizonte marítimo ha desaparecido. El mar se ha achicado. Sólo quedan las pequeñas olas que rompen en la orilla.
Los claros que se abren le dan plasticidad al paisaje, lo vuelven sugerente y romántico. Apenas me cruzo con los paseantes habituales y sus perros. Todos andamos ensimismados.
Sigo la ruta hacia el extremo del espigón. Andar por el espigón es como caminar mar adentro. Hoy tampoco hay embarcaciones. Ayer, por el contrario había muchos veleros.

En el extremo, un pescador, que permanece sentado en una roca, de espaldas al mundo, ha tendido un par de cañas sobre el agua.
Durante el camino de vuelta, en lugar de levantar, como es lo habitual, la atmósfera se ha cerrado aún más.
La niebla parece que retrocede al compás de mis pasos. Pero sigue ahí, un poco amenazante.
Y cuando ya estoy a punto de concluir el paseo escucho el sonido de los cascos. Al instante surgen el caballo y su jinete. Al trote. Apenas me da tiempo a sacar la cámara del bolsillo.
Nunca se sabe qué puede surgir tras la niebla.
Magnífico, amigo mío, magnífico. Poco a poco me voy adentrando en tu 'casa' y descubro (no sé por qué digo descubro si ya es previsible la emoción ante tanta belleza) textos como éste.
ResponderEliminarMe gustan especialmente esas fotografías entre dos luces, o entre dos estados de ánimo... Te dije anteriormente que tienen nuestro color, lo que no te dije es que no sólo me refería a la climatología.
Gracias de nuevo.