



Las Peñas de Aya al sur.
Algunos días las nubes pasan tan bajas que chocan contra las montañas. La visión de las cimas surgiendo y ocultándose entre blancos y grises produce un lirismo misterioso y ancestral. Pero cuando la situación se prolonga, los ánimos se apagan.
Sólo la ermita de San Marcial, porque está más baja, parece quedar un poco al margen.
Es raro, aunque también ocurre, que el mar (al norte) y las montañas se oculten al mismo tiempo. Con el cielo tapando el pasisaje a mis espaldas, sólo queda un pequeño resquicio azul sobre el océano.
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Hendaya
7.3.08
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Es curioso como cambia el ánimo la niebla verdad? es como si la niebla de fuera nos hiciera más transparentes por dentro.
ResponderEliminarBuen día
A mí lo que más me sorprende de la niebla es la sensación de aislamiento y de soledad que produce. También el apagamiento de los sonidos, de las sensaciones visuales y, en consecuencia, la interiorización de todo. Lo cual enlaza, me parece, con tu comentario. Buen día también para tí, Olvido.
ResponderEliminarLa niebla me inquieta. De siempre. Cuando íbamos al monte, me producía esa sensación que dice Juan Luis. Y frío, mucho frío. No me gusta perder de vista el paisaje.
ResponderEliminarDesde luego, Mertxe. Cuando la niebla te envuelve es horrible. Pero vista desde lejos, como cuando se despliega sobre cumbres lejanas, resulta muy romántica.
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