
En un blog extranjero me enteré de la muerte por suicidio del escritor David Foster Wallace, a los 48 años de edad. Me quedé anonadado, naturalmente. Aunque no había leído nada de este autor sabía de sobra que era un escritor de éxito, que sus libros han sido traducidos a un montón de idiomas y que siempre tenía buenas críticas. Pese a ello yo nunca lo había leído: la verdad es que me disuadía el tamaño de sus obras, algunas de mil páginas (¿quién diablos tiene tiempo ahora para leer mil páginas de una novela?) y también, debo confesar, su éxito comercial me provocaba un más que ligero recelo. No era la primera vez que me abalanzaba sobre algún joven escritor norteamericano elogiado por nuestra crítica para sentirme decepcionado poco después o para comprobar que se trataba de la flor de un día. De todas formas, la noticia era tan impactante que empecé a urgar en la red para saber más.
En primer lugar me fui a las fotos del escritor. Siempre voy primero a las fotos. En efecto, era el mismo en quien yo pensaba. Enseguida lo ví con su pañuelo ceñido sobre la frente, su barba de varios días y su aspecto un poco grunge que, en líneas generales me gustaba. De inmediato se me planteó la cuestión de que, a lo mejor, no era cierta la noticia. Al fin y al cabo Wallace era el escritor al que cualquiera de nosotros envidiaría. No parecía probable que fuera a suicidarse. Había empezado a triunfar muy joven, había publicado y vendido un montón de libros, era un autor de los llamados de culto y tenía media vida por delante para vivirla holgadamente y seguir escribiendo. Qué más se puede pedir. Tal vez se tratara de un rumor más de los que corren por la red.
De alguna forma me recordaba a Mishima y ello suponía la posibilidad de que Wallace, además de éxito, tuviese talento. Ello no hizo sino aumentar mi interés. Hice el recorrido habitual de los periódicos on-line: El Confidencial, el País, El Mundo, ABC… Nada. Nada de nada. Ni una línea. Este hombre había muerto el viernes por la noche. Cómo era posible que el domingo a media mañana la noticia no fuera recogida por la prensa nacional. Bueno, tampoco tenía nada de extraño, pensé. La prensa nacional acostumbra a tomarse con calma ciertos asuntos relacionados por la literatura. Pero, hombre, me dije, si estos periódicos han sacado mil reseñas de los libros de Wallace en sus suplementos culturales. ¿Cómo es posible que lo ignoren en el momento de su suicidio? Pues es perfectamente posible. Como dijo Ruano, con ocasión de la muerte de Gide, “la prensa española carece del sentido de las proporciones.” Y ahí ya me entró la duda, pero como tenía bastante trabajo pendiente en la casa, me separé de la pantalla hasta la tarde.
Por la tarde volví a intentarlo en los periódicos habituales. Nada de nada. Joder, pensé, con qué admirable seriedad se toman los descansos de fin de semana estos digitales. Finalmente, opté por darle un vistazo a Público. Y allí estaba, en portada, la noticia: Wallace se había ahorcado en su domicilio. Al día siguiente la noticia apareció tímidamente aquí y allá. Algunos blogueros la recogían, se incluyeron muchos comentarios que oscilaban entre la incredulidad y la desolación. Leí que algunos andaban rebuscando en sus textos para indagar las razones que podían haber inducido a Wallace a quitarse la vida. Es cierto, en nuestra confortable mediocridad, se nos hace muy duro pensar que alguien se suicide cuando, aparentemente, las cosas le van viento en popa. Tenemos la convicción de que los triunfadores no se suicidan.
El martes hice un viaje rápido a la ciudad para un recado urgente. Antes de coger el tren de vuelta, me pasé por la biblioteca. Fui directo a la sección de ficción y a la letra W. Andaba justo de tiempo. Encontré un libro con este título sugerente: Entrevistas breves con hombres repulsivos. Lo empecé a leer durante el viaje. Ahora aprovecho cada minuto libre para continuar la lectura. Son relatos mezclados, en ocasiones, con fragmentos ensayísticos. Hay uno que se titula El suicidio como una especie de regalo; otro, La persona deprimida; otro, La muerte no es el final.

Ya me ha pasado otras veces. La muerte de un artista funciona como una llamada de atención. Sé que DFW va a interesarme, sé que es uno de los míos, sé que lo seguiré al menos hasta un nivel, si es que tengo tiempo. Aunque tengo cuatro años más que él, en realidad pertenece a mi generación. Somos una generación que marca un límite. El mundo pertenece a los que son mayores, a los de mayo del 68 en concreto. Da un poco de risa. Somos una generación que marca una brecha, una brecha profunda. En general estamos bastante aislados pero nos sentimos más cerca de los jóvenes que de los viejos en el poder.
Avanzo en la lectura. David Foster Wallace tenía mucho que decir y lo ponía negro sobre blanco. Es una escritura poderosa, empedernida, de una conceptualidad irónica que no deja apenas espacio para el optimismo. No me parece que se trate tanto de criticar al sistema, que también, como de diseccionar a los seres humanos. Y ahí ya queda poco margen. Intuyo que, cuando avance en su obra, no voy a tener demasiados problemas para comprender su decisión.
El mar anda un poco embravecido estos días, las mareas son espectaculares. La luna que gira.
1. DFW
2. La expulsión del Paraiso. Cruceiro, barrio de Berbés, Vigo.
Video
Voy a ver si en alguna libreria cercana (no hay tantas como farmacias, y éstas absorberán lo que quede de aquellas) encuentro algun libro de DFW. Y no porque el suicidio añada mérito a lo que haya escrito, ni tampoco al revés, sino porque el suicidio cierra con una soga al cuello la obra del autor. Es decir, lo que haya escrito, aun sin publicar todavía, es todo lo que nos deja.
ResponderEliminarIgnacio Carrión
Si algo está claro es que DFW ya ha dicho todo lo que tenía que decir. Gracias por el comentario, Ignacio.
ResponderEliminarY a mí que me parece que hay pocas farmacias... Debe ser que en Valencia el sector está más liberalizado que por estos pagos tan corporativistas y monopolísticos.
Un abrazo.
Acabo de leer la entrada. A mí este tipo también me sonaba. Aunque hace tiempo que dejé de leer los suplementos literarios de los periódicos con la fruición que lo hacía antes.
ResponderEliminarEl suicidio, como dice Ignacio, no añade nada a lo que ha escrito, yo más bien pienso que se lo quita. La vida yo diría, al hilo de lo que les explicabas a tus hijos sobre la luna y el sol, tiene algo de sagrado, de intocable para nosotros. Quitárnosla a nosotros mismos se me antoja una especie de profanación. Pienso que hay que ir muy sobrado de uno mismo para hacer lo que ha hecho DFW.
Seguiremos. Muy bueno todo el blog. A partir de ahora me tendrás entre tus seguidores habituales.
Abrazos maketos.
Gracias, Pedro.
ResponderEliminarDisiento contigo. El hecho de que la vida pueda ser sagrada no me parece incompatible con la libertad del hombre para abandonarla voluntariamente. Su única libertad en realidad.
Además, las razones de fondo de un suicidio son casi imposibles de comprender.
En cualquier caso, asunto muy complicado e inquietante.
Saludos cordiales.
La única forma de suicidio que siempre me ha parecido liberadora es la que aparecía en aquellas películas de aventuras donde el héroe llevaba consigo los polvillos escondidos en el fondo de un anillo o en la hebilla del cinturón, con la dosis justa de veneno indoloro para quitarse la vida antes de que uno de los malos se la quitara, después de hacerle pasar por horribles sufrimientos.
ResponderEliminarPero aquello eran películas en las que engolfábamos nuestra imaginación.
La realidad creo que es bastante distinta y rara vez aparece sujeta a situaciones extremas como la descrita, al menos en nuestro modo de vida occidental.
El suicidio de este hombre que nos ocupa me suena a algo más estructural de su vida. Y nos llama la atención porque previamente hemos descrito esa carrera literaria exitosa y deslumbrante que nos produce tanta admiración. Pero todo eso no es más que una cortina, un velo de la ignorancia que diría Rawls. Ese éxito, a la postre, no significa nada comparado con lo que este hombre llevaba rumiando por dentro y de lo que nunca se ha sabido nada hasta el final.
Lo que hacemos luego, al indagar en sus escritos, lo hacemos con el final ya conocido, prestos a buscar cualquier anticipación en ellos.
Pero la historia de los historiadores funciona así también. Con el final ya sabido nos ponemos a indagar lo que ocurrió antes y que nos pueda explicar el resultado. Hacemos siempre una historia anticipatoria porque conocemos el final que vamos a explicar. Pero la vida no funciona así, claro. Nunca sabemos el final, sospecho que ni siquiera DFW lo sabía.
Algo anómalo ocurría dentro de este hombre para llevarle a ese final. Y algo anómalo que debió ocurrir en los últimos momentos. No creo que la vida fuera con él tan salvajemente despiadada como para llevarle a hacer eso. Ni creo tampoco que fuera una acción premeditada y estudiada durante años. Ni creo, en fin, que estemos ante una sensibilidad exacerbada y presta a un final anticipado por razones que los demás mortales nunca alcanzaríamos a comprender.
Los desequilibrios internos pueden alumbrar en cualquier momento. Creo que en una acción así hay mucho de visceralidad y muy poco de racionalidad. Que no se lo pensó, vamos, que algo más fuerte que él mismo le arrastró a ese final.
Saludos maketos.
Bueno, ya decía Josep Pla que el hombre no es un ser "racional" sino un ser "sentimental". Supongo que eso explica muchos suicidios, y muchas vidas (la de casi todos). En cualquier caso, los suicidas despiertan mucha curiosidad e, incluso, de creer a la historiografía literaria, crean moda y son contagiosos (Wherter). La fragilidad de la vida es asombrosa. A mí este suicidio (qué cosas) me ha servido para interesarme por un autor que, de otra forma, puede que nunca hubiese llegado a conocer.
ResponderEliminarPedro, dices:
ResponderEliminarAlgo anómalo ocurría dentro de ese hombre ...
¿Porqué, anómalo?. Algo ocurría, sí, y, probablemente, las razones que le llevaron a apearse del mundo sean asombrosamente comprensibles y no lo contrario, y yo sí creo que tuviera una sensibilidad exacerbada, aunque el adjetivo no me guste demasiado.
Afectuosos saludos.
Empiezo a responder en cuanto he llegado a esto: "Uno cree que puede soportalo todo si piensa que detrás hay algo que lo justifique, pero si no lo hay todo puede venirse abajo en un guiño". ¿Y por qué? Pues porque creo firmemente que nada puede justificar los desafueros de la naturaleza. ¿Conoces la cálida charquita de Darwin? Resulta un verdadero sarcasmo que todo lo que conocemos y todo lo que pensamos proviene de una casualidad.
ResponderEliminarY sin embargo soy agnóstica...
En cuanto al David Foster Wallace, yo me leí el Infinite Jest, que me gustó y luego olvidé absolutamente.
Mertxe,
ResponderEliminarCurioso que hayas leído Infinite Jest y lo hayas olvidado por completo. Leo estos días "Entrevistas breves con hombres repulsivos..." Oscilo entre el entusiasmo y la decepción. Hay una compulsión en esa escritura que me está empezando a fastidiar. Se verá...
Me suele ocurrir de vez en cuando. al principio pensé (era aún muy joven cuando me preocupaban estas cosas) que a lo mejor empezaba a encaminarme hacia alguna forma de degeneración de la memoria. Andando el tiempo perdí el miedo porque me di cuenta de que olvidaba aquello que no había llegado a interesarme verdaderamente. En fin, que somos una maquinaria muy compleja.
ResponderEliminarPor cierto... En Mataró proliferan cuatro cosas, a saber: farmacias, parafarmacias, peluquerías y panaderías. Por este orden, lo he comprobado.
Mertxe,
ResponderEliminarSe conoce que en la zona mediterránea se está liberalizando el asunto. Por aquí no, aquí seguimos con las farmacias contadas, no vaya a cundir el libertinaje y el descontrol. Que luego ya no hay quien lo pare.
Pues tiene tela leerse mil páginas y no recordarlas. Paciencia la tuya...
Pues en las mil quizás esté el quid de cuestión... Demasié... Definitivamente, demasié.
ResponderEliminar(Parece que estoy de guardia en el pecé
Hola Juan Luís, he estado leyendo esta entrada y me ha gustado mucho pero no sé qué decir al respecto. Cuando me enteré de su suicidio me quedé muda, muy afectada y se me han abierto un mar de preguntas pero hacia adentro.
ResponderEliminarGracias por tus –vuestras reflexiones
Un saludo
Olvido,
ResponderEliminarSigo con relatos de DFW. Advierto un gran "desequilibrio" en su escritura, como si no la controlara, se dejara ir y todo le estuviera permitido. Mucha elucubración. Muy anglosajón, por otra parte.
Gracias por tu comentario.