

Jeff Koons, del que nuestro Guggemhein-Bilbao, ha adquirido recientemente -con cargo a los Presupuestos vascos- varias piezas a un precio astronómico, produce un kich simplote que se complementa a la perfección por el gusto kich “barroco” que tanto gusta en nuestros días y que se ha extendido por la literatura, la ilustración, la poesía y el resto de las artes.
Damien Hirst, por su parte, ha descubierto las calidades estéticas del formol para encandilar a los nuevos ricos depredadores y especulativos del dinero negro.
Ambos, las semanas precedentes, han ocupado a sus anchas los espacios llamados culturales (ocio, televisión, tendencias, compras, celebridades, toros) de los medios de comunicación.
El crítico Fernando Castro Flórez los ve así en este artículo del que proceden las siguientes citas:
cinismo, horterada, pseudo-radicalidad
profetas de lo hinchado, lo hueco y, por supuesto, la taxidermia
mecánica grasienta del mamoneo artístico post-histórico
la calavera forrada de diamantes de Hirst y las tácticas de tergiversación publicitaria en torno a una presunta “venta” es el más poderoso ejemplo de un “pacto mefistofélico” en el que lo único que importa es trincar
Gracias, Fernando.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCreo que habría sido más justo (y también mucho más difícil) situar históricamente y en el panorama actual, las obras de ambos creadores, comparándolas con las de otros autores que, a juicio del crítico, tuvieran mayor calidad.
ResponderEliminarDe otra manera, el artículo se limita a redundar en el "ruido" que se ha creado a su alrededor.
Glo,
ResponderEliminarNo me parece que "lo justo" sea una virtud imprescindible en un crítico. Me parece suficiente la honestidad y, tal como está el patio, el coraje de decir que el rey está desnudo.