Bueno, no tan solo. Todavía queda gente. Pero hoy es el primer día, después de tres o cuatro meses, que me aventuro hasta el final del espigón durante mi paseo cotidiano. Pese al desapacible pronóstico del servicio metereológico ha lucido el sol durante la mayor parte de la jornada, el cielo está limpio, salvo algunas nubecillas aquí y allá y, además, sopla una refrescante brisa del norte. La mar se muestra tranquila, levemente rizada en sus puntos de contacto con la tierra y apenas surcada por media docena de embarcaciones. Los playeros incondicionales se mantienen en sus puestos, igual que los paseantes y los pescadores de caña, pero puede decirse que la agobiante temporada estival ha concluído. La playa, poco a poco, vuelve a su ser limpio y despejado, apenas quedan una docena de toldos. Pensaba que este momento no iba a llegar nunca pero el otoño impone su ley. Todavía queda algunas semanas de transición pero, en cuanto me descuide, volveré a caminar en solitario por la playa o por los alrededores de la misma.