Bueno, no tan solo. Todavía queda gente. Pero hoy es el primer día, después de tres o cuatro meses, que me aventuro hasta el final del espigón durante mi paseo cotidiano. Pese al desapacible pronóstico del servicio metereológico ha lucido el sol durante la mayor parte de la jornada, el cielo está limpio, salvo algunas nubecillas aquí y allá y, además, sopla una refrescante brisa del norte. La mar se muestra tranquila, levemente rizada en sus puntos de contacto con la tierra y apenas surcada por media docena de embarcaciones. Los playeros incondicionales se mantienen en sus puestos, igual que los paseantes y los pescadores de caña, pero puede decirse que la agobiante temporada estival ha concluído. La playa, poco a poco, vuelve a su ser limpio y despejado, apenas quedan una docena de toldos. Pensaba que este momento no iba a llegar nunca pero el otoño impone su ley. Todavía queda algunas semanas de transición pero, en cuanto me descuide, volveré a caminar en solitario por la playa o por los alrededores de la misma.
Preciosas fotos, Juan Luis, como siempre. Siento haberme perdido tus últimas entradas, algunas particularmente interesantes (más si cabe que el resto), como la de lo que cuentas de la Abadía de Port-Royal. Estuve viendo la obra que interpreta Flotats y "otro" sobre Descartes y el joven Pascal. Muy interesante el momento histórico y la coyuntura intelectual que se aborda ahí.
ResponderEliminarAbrazos,
PEDRO
Ahora que vuelvo a abrir los ojos, ¿qué mejor que con estas fotografías que anuncian el otoño? Todas las estaciones tienen su aquél, pero el otoño, al menos para mí, tiene algo de fin de trayecto, de descanso y reflexión. Temo que me estoy volviendo una "erudita del silencio", que diría, que dijo Leopardi. Y ahora que lo menciono, me acojo a los últimos versos de ese mismo poema, porque me van de perlas ahora mismo: "Escucho la melodía mientras escribo. | Es un delirio la vida, un mal sueño. | (O quizá sea bueno y yo un extraño.) || Señor, no creo en ti, pero te amo."
ResponderEliminarPues eso, vida, eres infame al final, pero hay que amarte.
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ResponderEliminarSí que debió ser interesante esa obra que mencionas. Por aquí me parece que no ha llegado. Ahora estamos con Tarantino, promocionándole un poco su última película. Se ve que él solito no se arregla, jejé. Esta mañana he oído un corte en la radio: unas voces femeninas gritaban: Quentin, Quentin... Y me he apresurado a apagar el receptor. No estoy preparado para este nivel.
ResponderEliminarEs lo habitual en San Sebastian, hay que hacerle la ola a todo lo que huela a famoso. Pero no es nada nuevo, Pio Baroja también criticaba lo mismo sobre sus paisanos hace cien años.
ResponderEliminarAnonimo Garcia
Giacomo Leopardi, Cantos
ResponderEliminarUna desconocida música hace su entrada/
en la biblioteca donde estudio lo inaudito/
del comportamiento humano./
Aunque a veces también investigo/
el sentido que deja la luz en el alma
de unos versos./
Soy un erudito del silencio. Desde hace años/
contemplo el mar y el amor en estos libros./
Aunque a veces soy más atrevido/
y sigo en la noche el infinito rastro de los astros./
Y ahora esta música/
en el pausado ritmo de sus pasos./
¡Qué ternura, Dios mío, qué ternura!/
Ya conoces mis dudas y mis penas…/
¿Es la tristeza mi destino?/
Escucho la melodía mientras escribo./
Es un delirio la vida, un mal sueño./
(O quizá sea bueno y yo un extraño)./
Señor, no creo en ti, pero te amo./
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Muchas gracias, Mertxe. Un beso.
AG,
ResponderEliminarYo lo decía por la pasta que se gastan. Por mí le pueden hacer la ola a la madre que los parió.
Gracias a ti, Juan Luis.
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