Querido Miguel,
Aunque hace años que tú no pisas una aglomeración urbana, te cuento cosas de la ciudad porque sé que, en el fondo, te gustan. El otro día me metí en la sede de la Kutxa para ver la exposición de las obras del grupo Gaur que forman parte de la colección de esta entidad bancaria. Te dejo la galería de fotos que publicó el periódico. Como sabes, todos son artistas de tu época. Hay que ver cómo pone el tiempo a cada uno en su sitio. Yo, como te imaginarás, me quedo con las piezas de Chillida, aunque también le hago un hueco, pese a su tamaño excesivo, al Odiseo de Oteiza.
Me cuentan que la mayor parte de las obras ya estaban desde hace tiempo en el vestíbulo, pero yo no tengo costumbre de entrar en estos sitios tan rotundos. Estuve rodeado de seguratas y de ejecutivos trajeados, lo que siempre me produce una ligera inquietud. Las maderas talladas de Mendiburu, a los lados y en el techo del porche, tienen su aquel, sobre todo por el contraste entre unas piezas tan “rurales” y el entorno bancario. La del techo ya está más acorde con lo geométrico de una cuenta de resultados.
Buena parte de la plástica vasca, como ya hemos hablado muchas veces, no es otra cosa que una adaptación, a veces tardía, de corrientes artísticas extranjeras, promocionada y comercializada en un ámbito local. Ocurre también con la música. Basta con escuchar cualquiera de las radio-fórmulas locales.
En la FNAC, como de costumbre, me dediqué a deambular. Primero por la sección de juguetes para adultos y luego por la de libros. En la primera ví las cámaras fotográficas compactas (hecho de menos la dulzura gráfica de mi vieja Canon) y también los ordenadores portátiles. Todo va muy deprisa en este campo. Da gusto ver cómo progresamos.
Las novedades editoriales, como sabes, no me suelen interesar demasiado. La mayor parte ya las conozco por los suplementos culturales de los periódicos, que se dedican a eso precisamente, a comentarnos lo estupendas que son todas las novedades editoriales, en especial cuando proceden de firmas y casas comerciales importantes. Me hubiera llevado a gusto unos aforismos de Nicolás Gómez Dávila, pero eran caros. Luego rellené una ficha en la biblioteca pidiendo que las adquirieran, pero no creo que me hagan caso. No es este un autor al gusto postmoderno. ¡Menudo elemento en tal Dávila! Aquí puedes encontrar algunos de sus escolios. Metí también la nariz en la sección de bolsillo, pero no ví nada que me interesara.
Como de costumbre hice un alto de un cuarto de hora para tomarme un café en un banco de la plaza de Guipúzcoa, mientras contemplaba el paisanaje. La ciudad está llena de viejos. Me enternece mucho verlos caminar a pequeños pasitos por la ciudad, desplazándose como caracoles, pero muy decididos hacia su objetivo. Me gustan sobre todo los que van muy atildados.
Dediqué el resto de la mañana a deambular. En el bulevar dos polis municipales le estaban fisgando la ropa a un señor delgado y maduro, vestido con una chupa de cuero y unos vaqueros, que tenía toda la pinta de ser un pequeño trapichero. El hombre, muy digno, se dejaba hacer con la paciencia del que ya ha pasado ochocientas veces por este trámite estúpido y prepotente. Iba depositando el contenido de sus bolsillos en un murete mientras uno de los polis se calzaba unos guantes negros y el otro, de gran estatura, sujetaba la chupa del inspeccionado con el brazo estirado, como si la prenda fuera portadora de un virus maligno. Preferí no quedarme a ver cómo terminaba la función. Cada vez hay más cosas que prefiero no ver. Ya no está uno para soportarlo todo.
Diez minutos más tarde, otra escena parecida. Frente a la estación del Topo de Amara viejo, lugar donde se reunen a tomar el sol una colección de mendigos, alcohólicos, perturbados y otras gentes de difícil vivir, una pareja de ertzainas le estaba tocando las narices a un hombre también maduro que despotricaba sentado en el bordillo de la acera. “¿Qué os creeis, que yo soy un primavera?... A ver, darme vuestro número de placa inmediatamente…” Tampoco me quedé a ver el final.
En el tren me dediqué a Advenimientos, el último libro de notas de José Jiménez Lozano.
Un abrazo
Robinson
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Vengo desde las profundidades del blog, de releerte y, sobre todo, mirar de nuevo las fotos, copiar muchas de ellas para pasarlas por mi pantalla y, tienes que saberlo, por la de otra renteriana. curranta en Mataró desde hace 30 años, que se ha quedado 'namorá' de tus imágenes.
ResponderEliminarProsigo...