viernes, 26 de febrero de 2010

Muchacha con muletas

El padre y la hija han ido a comer al restaurante.
No parece que se vean con frecuencia. Seguramente, por causa de algún divorcio, ya no viven bajo el mismo techo.
El padre va trajeado. La hija -una hermosa muchacha con unas gafitas que le dan un aire de timidez- se ayuda con un par de muletas. Lleva el pelo, abundante, recogido en un moño.
Los tengo justo enfrente y, de vez en cuando los observo. Apenas han cruzado un par de frases en toda la comida aunque no parece que entre ellos haya algún enfado o malentendido.
Ocurre que el padre simultanea la comida con la atención que le presta a un pequeño artilugio electrónico que no sabría definir: ¿un teléfono, una agenda, un miniordenador?
De vez en cuando saca un lapicito y se pone a pulsar las teclas del aparato.
Entre tanto la joven permanece distraída, la mirada perdida hacia la terraza soleada donde otros comensales dan cuenta de sus almuerzos.
Durante un buen rato, mientras su progenitor permanece enfrascado en su maquinita, ella se ocupa en reordenar su tocado, saca algunas horquillas de su frondosa melena y las vuelve a introducir. Así durante un buen rato.
En cuanto concluyen la comida él pide la cuenta, ella recoge sus muletas y se van.

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