No me apetece gran cosa pero quiero alejarlos un rato de la televisión. Casi hace frío. El cielo está cubierto y llovizna esporádicamente.
Me siento en un banco y me pongo a leer, mientras ellos juegan en el parque infantil. El libro -del que he leído dos tercios- empieza a aburrirme. Tiro algunas fotos para entretenerme.
Me siento en un banco y me pongo a leer, mientras ellos juegan en el parque infantil. El libro -del que he leído dos tercios- empieza a aburrirme. Tiro algunas fotos para entretenerme.
He fotografiado mil veces esta bahía, la montaña, el cielo, las arenas. Es cierto que no hay dos fotos iguales, pero empiezo a estar cansado.
Me dedico a observar a la poca gente que pasa. Ningún rostro, ningún cuerpo consiguen sacarme de mi spleen.
Cada vez tengo más frío. La humedad del agua se me mete dentro, noto las manos un poco rígidas. Está cayendo la tarde. Es una hora inquietante.
De pronto, un haz del sol poniente atraviesa el cielo espeso y se refleja en el agua. Hago un par de fotos más.
Me dedico a observar a la poca gente que pasa. Ningún rostro, ningún cuerpo consiguen sacarme de mi spleen.
Cada vez tengo más frío. La humedad del agua se me mete dentro, noto las manos un poco rígidas. Está cayendo la tarde. Es una hora inquietante.
De pronto, un haz del sol poniente atraviesa el cielo espeso y se refleja en el agua. Hago un par de fotos más.
Tras la montaña empiezan a surgir tenues colores de ocaso. Por un momento me distraen, pero enseguida vuelvo a sentir el vacío interior, la absurdidad que parece impregnarlo todo.
Decido volver a casa. Nos ponemos en camino. Los niños se alejan con sus patines.
Decido volver a casa. Nos ponemos en camino. Los niños se alejan con sus patines.
El aburrimiento continúa royendo mi espíritu. Sólo circula gente anodina. Esperaba encontrar algún rostro, algún cuerpo hermoso. Pero no ha sido así.
Apesadumbrados pasos adelante descubro que una joven camina -mientras habla por teléfono-, en paralelo a mí, junto a la carretera.
Apesadumbrados pasos adelante descubro que una joven camina -mientras habla por teléfono-, en paralelo a mí, junto a la carretera.
La veo de perfil. Lleva un pantalón de color añil muy ceñido. Desde mi posición percibo la deliciosa curva redondeada de sus nalgas, semejante a la de una media luna creciente.
El detalle despierta de inmediato mi atención. Una pizca de deseo parece haber desplazado, momentáneamente, a mi apatía. Poco a poco la joven se desplaza en diagonal y se sitúa delante de mí.
El detalle despierta de inmediato mi atención. Una pizca de deseo parece haber desplazado, momentáneamente, a mi apatía. Poco a poco la joven se desplaza en diagonal y se sitúa delante de mí.
Ahora ya no se trata de una línea redondeada sino de las dos perturbadoras ondulaciones que forman su cintura estrecha y sus caderas pronunciadas.
Durante unos segundos admiro su figura. Luego ella se aleja, siempre con el teléfono pegado a la oreja.
Durante unos segundos admiro su figura. Luego ella se aleja, siempre con el teléfono pegado a la oreja.
---
inmenso! la carne, juan luis, la carne... qué gratos momentos nos hace pasar a la mesa, con su pellejo churruscado y su corazón tierno! salud!
ResponderEliminar