Es una delicia el sol de las 2 de la tarde, el cielo azul, la calma, la brisa que levanta el silencioso Nivelle, flanqueado por plátanos desmochados sin piedad. Un esbelto puente, de un solo ojo, se refleja en el agua. Al otro lado del puente, aparecen caminos que recorren la campiña; ovejas, vacas, caballos.
Una yegua preñada, con una hermosa crin rubia, se acerca calmosa a saludarnos. La humildad de esta criatura, su mansedumbre, es prodigiosa.
Un descanso, en un parque situado detrás de la iglesia. El exterior de este templo de principio del XVII, con su torre maciza y cuadrada, transmite fortaleza y armonía, probable reflejo de una religión bien asentada y poderosa durante siglos. Leo que en el interior hay un gran retablo y que la galería de madera tiene tres pisos. Tengo que ver ese retablo. Al contrario que en las iglesias españolas, no abundan por aquí los retablos. Los que conozco me transmiten una sensación lúgubre. Suelen ser barrocos, oscuros y polvorientos. Creo que son ellos, y la escasez de luz natural, los causantes de esa impresión. Las iglesias francesas, sin retablos y con vidrieras coloreadas resultan mucho más alegres.
Ni tiempo de acercarnos hasta el lago.
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Ahora iré descendiendo (tengo la mañana libre) por tu página. Me ha costado volver a filas, me ha costado duras batallas, y contra muchos más molinos de los que creía, pero ya estoy aquí. Todos esos paisajes que presentas los recorrí hace tiempo y ahor ame vienen al pelo para sosegarme.
ResponderEliminarUn saludito desde un Mediterráneo que no acaba de sacudirse el frío.
Gracias Mertxe. Ahora me toca a mí luchar contra mis propios molinos.
ResponderEliminarUn abrazo