miércoles, 23 de noviembre de 2011

El valle del Adour, Belloc, Labastide



Paseo a primera hora de la tarde por el camino herboso y embarrado que remonta el riachuelo de Urt, entre plátanos centenarios y las aguas tranquilas y oscuras. Luego conduzco valle arriba en dirección a Guiche, situado en un alto, con una misteriosa torre con la cubierta puntiaguda. El valle es muy desahogado, ancho y fértil. El terreno es tan llano que las crecidas del río deben ser temibles.

No me detengo y sigo la ruta hasta que me pierdo en un laberinto de carreteras secundarias. Pregunto a una joven motorista encasquetada pero no me entiende y lo dejo. Opto por desandar lo rodado, circunstancia a la que siempre me resisto pero a la que ya me he resignado. Al fin encuentro el camino hacia el monasterio de Belloc, también situado en un alto.

Un lugar idílico y cuidado. Sólo parece accesible la librería. En cuanto entro en ella me acometen una serie de bostezos que no me abandonan hasta que vuelvo al paisaje. Aquí viven los frailes benedictinos; por una carreterita se llega hasta el convento de las monjas. Todo lo que veo me parece mundano y sociable; el famoso, prestigioso, emblemático, acogedor monasterio vasco-francés.

Hago un esfuerzo para superar la desgana que me ha acometido durante esta visita y llego hasta Labastide-Clairence. Es un pueblo en cuesta, pero la mitad de la calle principal aparece despanzurrada por obras. Me tomo un buen café en un bar de la plaza que está vacío. En la tele dan rugby. Cuánto tiempo. Veo a un hombre de gruesos muslos, con pantalón corto, que está boca abajo, sin tocar el suelo y rodeado de tipos fornidos que intentan triturarlo. El deporte nacional, según creo. Cojo una calle lateral hacia la iglesia que está en lo más alto. Encuentro un cartel que anuncia un cementerio israelita. Esto se pone interesante.

La iglesia, grandota y ecléctica, alberga un claustro exterior que es un cementerio; el suelo, las paredes, repletas de lápidas labrados de nombres y cifras; profusión de flores, crisantemos de toda la gama. Y otro cementerio al costado. Un conjunto impresionante que se completa con el cementerio judío que al fin aparece. Es un recinto de hierba corta con losas esparcidas irregularmente, algunas rotas; las inscripciones son ilegibles.

Judíos sefarditas expulsados de España y Portugal se instalaron en Bayona y alrededores a finales del siglo XVI. Unas 70 u 80 familias se alojaron en Labastida. Vivieron en una comunidad relativamente autónoma y dispusieron de un cementerio propio, situado junto al camposanto cristiano. Hay un total de 62 inscripciones sobre las tumbas. La más antigua data de 1620 y la última de 1785. La mayoría de los apellidos son españoles y portugueses. El cementerio es propiedad de la comunidad judía de Bayona.

 Puente sobre el Adour

Iglesia de Labastide-Clairence



Cementerio judío de Labastide

Plaza de Labastide

Eguzkilore o flor del sol, símbolo y leyenda

Un monasterio de 1874

La Bastide-Clairence