domingo, 27 de noviembre de 2011

En el CAC de Málaga


Tres detalles muy agradables del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga:

1. La entrada es gratuita. Compárese con los 8 euros que cuesta la entrada en el museo Picasso de la misma ciudad. Yo no soy partidario de la gratuidad del arte y de la cultura, pero de lo gratis al abuso hay un buen trecho.

2. Permiten hacer fotografías. En el Picasso, como en la mayor parte de los museos que conozco, están prohibidas; y, además, los vigilantes de sala –una costumbre cada vez más extendida- te informan preventivamente, cada cinco minutos, de que no puedes acercarte a las obras colgadas.

3. En la entrada hay un gran retrato en solidaridad con Ai Weiwei, artista chino encarcelado y represaliado por el régimen comunista.

El resto forma parte de la sensación de banalidad, superficialidad y sobreestimación que, a estas alturas de mi existencia, me produce buena parte del arte contemporáneo. Pese a ello no pierdo la esperanza de encontrar algo estimable y, a veces, lo consigo.

Tenía curiosidad por la exposición del fotógrafo alemán Thomas Ruff; aprecio sus sencillos y nítidos retratos de gente común y algunos de sus paisajes. Sin embargo lo que veo me deja frío. Se trata de dos series: una con imágenes de estrellas y otra de paisajes de Marte. Todas ellas en enormes formatos. Ha manipulado fotografías obtenidas por la NASA y por observatorios astronómicos convirtiéndolas en paisajes abstractos. Por descontado, la base conceptual de estos experimentos debe ser muy sólida pero, a efectos emotivos el resultado es nulo. Las estrellas y el planeta marciano me quedan demasiado lejos.

La coleccionista Carmen Riera o, dicho de otra forma, la escritora catalana Carme Riera, ha cedido por cinco años parte de su colección de arte contemporáneo. Los artistas incluidos gozan de renombre mediático sólo que a mí ya no me cabe un Warhol más en el cuerpo.

Dos pequeñas esculturas de Louise Bourgeois encerradas en vitrinas y recubiertas con tela. La titulada Madre e hijo presenta a una mujer tumbada y desnuda, sin extremidades y amorfa, con un bebé sobre ella. La otra, Mujer de pie, es también un desnudo femenino y sin brazos. La parte conceptual de estas obras (la mutilación femenina) me resulta demasiado obvia.

En la librería adquiero un libro sobre Fassbinder y, a continuación, me paseo hasta la otra punta del centro urbano a la búsqueda de más librerías. Estoy a punto de adquirir lo último de Peter Handke, un libro de anotaciones breves, pero desisto porque éste es un autor en el que ya he tropezado demasiadas veces, así que prefiero tomarlo en préstamo el día, ya próximo, en que me levanten la "inhabilitación" en mi centro cultural favorito.