jueves, 2 de febrero de 2012

El tremendismo de "La lluvia amarilla"

Llamazares en Ainielle, escenario de La lluvia amarilla (Foto: Heraldo.es)

Es habitual entre los escritores jóvenes la voluntad de matar al padre intelectual o artístico. Es este asunto asumido por el público a nada que la afición lectora le haya conducido a estudiar los intríngulis de la literatura. Matar al padre y, en muchas ocasiones, exaltar al abuelo.

Uno de los padres (o abuelos) que más rechazo ha despertado entre sus hijos (o nietos) literarios es Camilo José Cela. Hay que reconocer que el Nóbel no caía demasiado bien entre sus contemporáneos. En estos pagos el humor no goza de buenos exégetas. Mucho menos el humor negro. Véase el caso de Julio Llamazares en este artículo.

Sin embargo la influencia que Cela ha ejercido sobre Llamazares, mal que le pese a éste, resulta palmaria para cualquier lector atento. Esto no debería ser un problema, es algo normal en literatura y en arte. Nadie nace de la nada y toda obra tiene precedentes, fuentes e influencias.

Cuando leí El río del olvido inmediatamente pensé en el Viaje a la Alcarria. Ahora he terminado La lluvia amarilla (1988) y he pensado en La familia de Pascual Duarte (1942), libro del que ya ni me acuerdo, pues lo leí cuando estudiaba COU y de eso hace ya algún tiempo. Pero si me acuerdo del tremendismo que ignoro si lo inventó Cela pero, al menos, se sirvió de él en plato grande como era propio en su enorme personalidad.

Estuve a punto de abandonar la lectura de La lluvia amarilla en la página cuarenta, y así lo hice, pero unas semanas después volví a tropezar con un estado de ánimo autopunitivo y retomé la lectura. Nunca lo hiciera. Mi gusto por lo tétrico, por lo negro, por lo espantoso no había mejorado.

El caso es que este libro, según leo en un papel, ha constituido un “fenómeno social” –cualquier cosa que esto sea- en torno a los pueblos abandonados –de los que sólo en la provincia de Huesca hay más de 300- y del pueblecito protagonista de la novela Ainielle en particular.

De poco sirvió que el autor declarara que cuando decidió ubicar la acción en Ainielle ya tenía escrita la mitad de la obra. Al público le gustan los mitos y Ainielle se convirtió en uno de los pueblos abandonados más visitados. Algunos padres incluso lo utilizaron para bautizar a sus hijas.

Ainielle tiene memoria, documental

2 comentarios:

  1. A mí me influyó mucho Cela en mi adolescencia. Cela y Umbral. No sabría decir cuál de los dos más. Me leí casi todas sus novelas (de ambos). Me impresionó mucho el mecanismo literario de Mazurca para dos muertos. Seguramente es la que más me gusta de Cela. Más que las primeras: Pascual, Pabellón de reposo, San Camilo.
    De Umbral todo, sobre todos sus artículos. Pero estos autores me influyeron de un modo vital, de reafirmación de mí mismo, más que literario propiamente dicho. Yo no consideraba que sus novelas fueran un modelo a seguir desde el punto de vista literario. Más que novelas eran formas de reafirmarse a sí mismos. Eran grandes egos, en definitiva, que habían buscado en la literatura la forma de reafirmarse. Y yo no sabía esto al principio. Luego fue lo que me quedó de ellos. Porque literatura, lo que se dice literatura la encontré más en otros autores.
    Esa es la impresión que me quedó. Aparte, claro está, sus posicionamientos político-mediáticos.
    Sí creo que me quedó un gusto por el lenguaje y por la expresividad. Aunque en este punto creo también que los hay mejores, como Sánchez Ferlosio, por ejemplo, sin salirme de los de su generación.

    Un abrazo.

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  2. No he leído Mazurca pero en su momento me gustaron mucho el Viaje a la Alcarria y los otros libros de viajes. Si a un escritor le sobreviven dos o tres libros ya es mucho. Se verá lo que duran sus detractores. También leí mucho a Umbral. Me quedo con sus ensayos y artículos.

    Yo creo que el problema de España es que los buenos lectores escasean y por eso los escritores se llevan tan mal entre ellos. Es una pelea por los mendrugos. Luego está el desagradable viejo vicio de la izquierda de denigrar a todos los que no comulgan con ella. Yo ya he perdido la esperanza de verlos bajarse de su pedestal moral (heredado del catolicismo, por cierto).

    Saludos

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