Un moscardón ha estado un par de
días revoloteando por la casa. Debía tener un buen radar pues pasaba rozando y
zumbando pero nunca se chocaba.
Cuando me sentaba a leer se
aproximaba atraído por la luz de la lámpara. Durante un buen rato pasaba y
repasaba sobre mi cabeza. Yo, impasible.
Un poco cansado de sus idas y
venidas decidí abrir una ventana para que se fuera, pero él desdeñaba por
completo el exterior. Enseguida comprendí la razón: hacía demasiado frío, el
frío del otoño.
Esta mañana he vuelto a verlo
deambulando entre la vajilla de la cocina. Me he dado cuenta de que era un
moscardón viejo que agotaba sus últimas energías.
En vista de ello he cogido un trapo
y lo he aplastado. Luego he tirado su cadáver a la basura.
Ahora, con el paso del tiempo, creo que me equivoqué al matarlo. Debí haberlo expulsado de la casa hacia el exterior. ¿Quién soy yo para decidir sobre la vida y la muerte de un moscardón? Al fin y al cabo, no era agresivo, sólo era un poco molesto.
glup
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