lunes, 25 de febrero de 2013

Sexo, mentiras y cintas de video

Han pasado 24 años desde que se estrenó esta película y otros tantos desde que la vi por primera vez. Entonces me gustó. Ahora acabo de verla por televisión y me ha parecido anodina, simplona y recargada de moralina.
Vemos las películas una sola vez, dejamos que nos impregnen, nos confeccionamos una opinión y con eso vamos tirando, convencidos de la solidez de nuestro criterio. Pasan años, décadas, la casualidad nos sitúa de nuevo frente a esa película y descubrimos que nuestra solidez intelectual y crítica deja mucho que desear, que somos unos ingenuos, que nos lo tragamos todo con gran entusiasmo, que estamos a merced de medios seductores, manipuladores y engañosos.

Un triángulo amoroso se viene abajo cuando aparece un nuevo elemento que cambia la figura. Un triángulo en el que, como de costumbre, hay un elemento engañado y dos engañadores. El engañado, naturalmente, es una víctima. En este caso la víctima (seductora Andy McDowlell) parece que ha colaborado, con su pasividad, con su apocamiento, a serlo. Cuando aparece en escena el cuarto, un joven desarraigado, muy víctima también, un poco rarito, dice que impotente, la primera víctima se siente fascinada/enamorada.

El rarito se entretiene grabando en video conversaciones con mujeres en la que estas relatan sus experiencias sexuales. Así que el rarito es una especie de terapeuta que perturba mucho a las dos mujeres, en especial a la víctima. Todo esto resulta un poco previsible, aunque es preciso reconocer que los diálogos –esta es una película de diálogos, como los de Rhomer pero menos profundos- están bien llevados.

El marido de la víctima es el malvado, el mentiroso, el compulsivo, el trepa, el perverso. Sin embargo su mujer, la víctima, parece más fría que un témpano. Este pobre malvado está colado por su cuñada, una camarera que hace de su capa un sayo y que lo lleva y lo trae a su antojo. Al final la camarera queda como una señora liberada que engañaba a su hermana pero bueno, en el fondo es buena.

Todo esto es un poco disparatado. He leído que el director tenía 27 años cuando rodó esta película, que lo hizo en poco tiempo y con poco dinero y que su triunfo –tiene una palma de oro en Cannes- fue inesperado.

Yo creo que esta película está sobrevalorada o quizá los que estábamos sobrevalorados fuimos los que aplaudimos tanto esta cinta, nos lo creímos todo y nos pareció estupenda en su momento. En fin, nunca es tarde para aprender.





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