sábado, 12 de julio de 2014

El parque marítimo y terrestre de las Islas Cíes

El archipiélago de las Cíes, situado frente a la ría de Vigo, está formado por tres islas, más algunos islotes. Hace miles de años formaban parte de las sierras litorales. La erosión los ha convertido en islas. El conjunto forma un parque natural marítimo y terrestre. El número de visitantes es restringido y el tráfico de vehículos está prohibido.

En las islas se ha registrado presencia humana desde la Edad del Bronce hasta bien entrado el siglo XX. Se han encontrado restos de castros prerromanos, poblados romanos, monasterios, ermitas, fortificaciones y diversos restos arqueológicos. Sin embargo, las duras condiciones de vida, en relación con las del continente, terminaron por despoblarlas.

Dos de ellas, la del Medio y la del Norte, están unidas por la espléndida playa de Rodas, un arenal de un kilómetro, de arena blanca y fina, bañada por un agua limpia y turquesa. Esta playa alcanzó su estrellato cuando un periódico inglés la calificó como “la mejor del mundo”. La isla del Sur o de San Martiño está fuera de la línea de transporte habitual y sólo es accesible mediante embarcaciones privadas.

El relieve es más suave y rico en vegetación en la fachada enfrentada a la costa. Aquí se han formado las playas y dunas. La cara atlántica es más abrupta y con fuertes pendientes rocosas que acaban en acantilados.

Desde Bayona la travesía dura unos cuarenta minutos. A la derecha quedan el promontorio de Monteferro, la boca de la ría de Vigo, el propio Vigo. Pese a que no hay una nube en el cielo a media mañana hace fresco en la cubierta del barco.

En el interior hay habilitadas cuatro rutas. Los caminos son de hormigón con algunos tramos de tierra. No presentan ninguna dificultad al margen de alguna pendiente corta. Los que se dirigen hacia los faros del sur están más concurridos y abiertos. Los que van hacia el norte traviesan bosques de eucaliptos y son más tranquilos.

Las vistas más hermosas se encuentran en el denominado alto del Príncipe, un mirador abierto al mar desde el que se contempla la parte sur de la isla y buena parte de la isla vecina. Junto al faro do Peito se ha construido un pequeño observatorio de aves, que es una caseta sobre el acantilado.

Toda esta parte norte es un gran bosque de eucaliptos, mezclado con algunos pinos, que despide un olor muy agradable pero que tiene escaso interés ecológico. Las vistas, casi desde cualquier punto en que nos encontremos, son espectaculares.

Yo tenía mucho interés en ver a los comoranes moñudos, que según dicen viven en estas islas por miles, pero sólo conseguí divisar dos ejemplares. El primero, raseando sobre el agua, como acostumbran, en el viaje de ida, y el otro descansando sobre la roca situada más al norte de la isla.

El ave que se ve y se escucha por todas partes y a todas horas, es la gran gaviota patiamarilla. Sus chillidos y gañidos son continuos y funcionan como una música de fondo. En cuanto se camina por un terreno despejado las sombras que dejan en sus vuelos a escasos metros de nuestras cabezas se dibujan una y otra vez en el suelo.

Después de unas horas recorriendo los caminos nada mejor que un baño en cualquiera de estas playas deliciosas, aunque buena parte de los visitantes se dedican básicamente a tomar el sol.

Julio y agosto son temporada alta. Los amantes de la tranquilidad harán bien en evitar estos meses, en especial durante los fines de semana. Pero si no hay más remedio la visita es muy recomendable en
cualquier momento en que sea posible.

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