LA CLERECÍA NACIONALISTA guipuzcoana está
soliviantada y no para de emitir comunicados, recabar firmas y publicar misivas
allá donde le dejan. Acostumbrados a manejarlo todo a su antojo, tras las
paternales púrpuras del inolvidable monseñor Setién y del sucesor de éste
monseñor Uriarte, están que no puede digerir a monseñor Munilla, obispo de la
diócesis. A monseñor Munilla el nacionalismo lo tiene atragantado, porque no es
nacionalista. ¿Cómo es posible que un vascoparlante y nacido en San Sebastián
no sea nacionalista? Algo falla aquí. Y este fallo no pueden perdonarlo, porque
si cunde el ejemplo, ¿a dónde vamos a ir a parar? Por eso, desde el primer
momento, la clerecía guipuzcoana –y también la juglaría- le ha declarado la
guerra al prelado. Ya durante le ceremonia de consagración le mandaron unos piquetes de gays y lesbianas para que
amenizaran la ceremonia a las puertas del Buen Pastor. De ahí en adelante todo
han sido presiones, boicoteos y el repertorio de acoso y derribo que el
nacionalismo vasco maneja con tanta eficacia como discreción, con mano
vaticana, podría decirse. Yo lo siento por Juan Ignacio Munilla, que me parece
un hombre honesto y corajudo, como ya van quedando pocos, pero no por la
Iglesia vasca, ni por la de Roma pues, como es sabido, quien siembra vientos
recoge tempestades aunque todo esto, claro, no deja de ser una galerna de
verano.