domingo, 26 de julio de 2015

Mojarse o no mojarse con agua bendita

Veo en la tele al arzobispo de Santiago rociando con agua bendita al señor Núñez Feijóo, presidente de la Xunta gallega, durante la Ofrenda a Santiago que acaba de celebrarse en la catedral compostelana. El señor Núñez Feijóo –vestido de chaqué-, permanece en una esquina del proscenio, sobre un sillón de mucha alcurnia, aislado del resto de los asistentes y a una prudente distancia de los oficiantes, que componen una pequeña troupe de casullas escarlatas.
Por la mañana, en la radio de los obispos, le meten una bronca al nuevo alcalde de Santiago, el podemita Martiño Noriega, que se ha negado a asistir a la liturgia católica alegando, según la emisora, “un trasnochado anticlericalismo.”
No sería difícil darle la vuelta al argumento y hablar en su lugar del  “trasnochado clericalismo” aún lamentablemente vigente. Por lo visto, los obispos españoles no acaban de entender de qué va esto del laicismo y se niegan a que, de una vez por todas, se le dé la vuelta a la tortilla.
La cosa, sin embargo, es bien simple y puede resumirse en el siguiente argumento: en una democracia supuestamente liberal como la nuestra, a los políticos no se les paga para que vayan a misa, ni para que se mojen con agua bendita. Así que, en todo caso, a quien habría que criticar es al señor Núñez Feijóo por prestarse a mezclar la política con la religión.