viernes, 4 de marzo de 2016

El monasterio trapense y cidiano de San Pedro Cardeña

El claustro de los Mártires. Foto Wikipedia

En el monasterio de San Pedro de Cardeña, situado  a diez kilómetros de Burgos, reside una comunidad de monjes trapenses. Si no he entendido mal los trapenses son la rama de estricta observancia de los cistercienses. Pero esto no ha sido siempre así pues la historia del monasterio, desde su remota e hipotética fundación en el siglo VIII, ha estado llena de vicisitudes, con periodos de prosperidad y otros muchos de tragedia y fatalismo.

En la puerta de la iglesia un cartel indica que se espere en el interior a la llegada del guía. Así lo hago. Me siento en un banco y espero. Hace frío. Los muros y las altas columnas son blancas. El óculo situado detrás del altar esparce una luz que parece venida de otro mundo y que proporciona a la estancia una luminosidad que no es habitual en la mayoría de las iglesias.

Diez minutos después decido volver a la entrada principal y llamar al timbre. El exterior del monasterio está rodeado de nieve. Soy el único visitante. Sale un monje y me dice que avisará al guía. Vuelvo a la iglesia y, en unos momentos aparece el guía, que resulta ser un monje joven y muy amable.

El resultado es que, durante una hora, el monje me enseña y comenta las principales dependencias, empezando por la capilla, presidida por un gran mausoleo esculpido donde, hasta hace algunos años, han reposado los restos del Cid Campeador y su esposa. En los muros hay buen número de nichos donde yacen las dos hijas del Cid y buena parte de los condes de Castilla junto a sus descendientes.

Las dos hijas del Cid, que no se llamaban ni Elvira ni Jimena, como asegura el Cantar, sino Cristina y María, fueron ambas reinas, por matrimonio. Una de Aragón y la otra de Navarra. De esta forma se da la curiosa circunstancia de que en las dinastías reales de Navarra/País Vasco y Aragón/Cataluña tenemos a las dos vástagas del Cid Campeador.

El monasterio, por diversas razones, está muy vinculado a Rodrigo Díaz de Vivar, tanto en su faceta histórica como en la legendaria, pues ambos aspectos no coinciden en la realidad, aunque sí lo hacen en el imaginario colectivo.

Por aquí pasó la soldadesca napoleónica y arrasó sañudamente con todo lo que pudo. Parecido nivel de destrucción, aunque con modales más sofisticados, supuso la desamortización de Mendizábal, en 1835, que dejó el monasterio despoblado durante décadas y con todo su tesoro bibliográfico a la intemperie.

Pero antes, a finales del siglo X, las tropas de Abderramán III, asesinaron a doscientos monjes en las mismas dependencias del monasterio. La Historia, ese indispensable condimento intelectual que se malenseña en los colegios, es aquí, como en todas partes, muy instructiva.

Yo estoy escuchando atento las explicaciones de mi guía, le pregunto todo lo que se me pasa por la cabeza, y soy incapaz, tanto por cortesía como por falta de tiempo, de hacer una sola foto. No es un problema porque aquí, en esta preciosa página web del monasterio, hay fotos espléndidas.

En un lateral está el pie de la torre principal, románica, que constituye el elemento más antiguo del conjunto. Le pregunto al monje por esa extraña, delicada y alegre luminosidad del templo. La explicación está en los cuatro óculos, uno por cada punto cardinal que garantiza un delicioso movimiento lumínico en el recinto, siempre que la luz del sol acompañe, lo que suele ser frecuente en estos parajes.

Pasamos a la sacristía y luego a la sala capitular, en cuyas paredes cuelgan retratos pintados por José de Ribera. Se exponen aquí copias de los beatos ilustrados que salieron del scriptorium del monasterio. Se accede también al claustro, denominado de los Mártires, una de cuyas alas es románica y los otras tres neoclásicas.


Durante casi una hora el monje y yo paseamos por diversas dependencias del cenobio. Para mí ha sido un placer y un lujo que siempre recordaré y que agradezco a mi guía. Antes de irme adquiero en la tienda un buen tinto Valdevegón, que es un rioja criado en las bodegas del monasterio y que viene bien para combatir estos fríos.



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