jueves, 19 de mayo de 2016

Aproximación al parque natural Desierto de las Palmas en Castellón


 Ruinas del antiguo monasterio carmelita en el parque natural

Este desierto no es un desierto. Es más bien una comarca montañosa, boscosa, con vegetación mediterránea y abundancia de agua. Su nombre procede de la palabra “desierto”, utilizada por la orden carmelita para designar un lugar tranquilo que sirve para el retiro espiritual, y, en segundo lugar, de los palmitos que abundan en la zona.

Los carmelitas llevan aquí varios siglos, apartados del mundanal ruido. La fundación del primer convento, en 1693, estuvo precedida de varios litigios. Tuvo oposición dentro de la propia Orden, además de con el Barón de Benicasim y hasta con los franciscanos de Castellón. El barón pugnaba por sus derechos feudales y los franciscanos no querían competencia en asuntos de piedad. Al final el rey resolvió que se levantara el convento. En 1709 ya estaba concluido el edificio, además de algunas pequeñas ermitas en los alrededores, destinadas a la oración individual y la vida cenobítica.

Espectaculares vistas sobre la costa levantina desde el parque

Todo discurría apaciblemente, con la salvedad de algunos escarceos relacionados con la Guerra de Secesión (1710), hasta que en 1783 unas lluvias torrenciales arrasaron buena parte de las dependencias. Un nuevo edificio (el de uso actual), fue levantado un poco más arriba y con materiales procedentes del viejo.

En 1811 el mariscal francés Suchet, que andaba por la región ejecutando tropelías, pretendió saquearlo, pero el prior se le adelantó escondiendo el patrimonio.

La desamortización de 1835 también consiguió solventarla gracias al apoyo del pueblo de Benicasin, que mostraba así su agradecimiento por la ayuda de los monjes durante una epidemia de cólera. La destilación del famoso licor carmelitano, confeccionado a base de yerbas aromáticas del lugar, fue, posteriormente, una gran ayuda para sobrevivir.

En la última guerra civil fueron asesinados 16 monjes de esta comunidad.


 Una de las capillas alrededor del monasterio

Tras visitar Cabanes me propongo darle un vistazo al parque natural. Para acercarme he seguido una carretera tan estrecha como bella, que atraviesa un barranco. Con alguna dificultad (la señalización es algo deficiente) he llegado hasta el centro de interpretación, donde he sido atendido con una amabilidad extraordinaria.

El centro está rodeado por un jardín botánico que alberga las especies vegetales propias de la zona. Dispone de varias salas temáticas con información amena y accesible. Bien merece una visita.

Desde el mismo centro arrancan varias rutas señalizadas. En el resto del parque también hay otras rutas marcadas con diferentes destinos y temáticas, entre ellas un par de castillos y varias ermitas.



La playa de Benicasin con lluvia primaveral

Cuando me dispongo a concluir la excursión me detengo ante el camino que desciende hasta el monasterio en ruinas. En los bordes ya aparecen varias capillas. El edificio tiene ese bello color rojizo de la tierra de la que proceden sus materiales. Un vallado impide aproximarse hasta las piedras. Abundan los frutales por las inmediaciones.


Mi propósito de hacer una de las rutas, la que conduce hasta la cumbre del Bartolo, debo aplazarlo hasta mejor ocasión pues al día siguiente amanece con lluvia y luego ya se terminan las vacaciones. Cuando toque tampoco me privaré de ascender hasta el castillo de Miravet, levantado por monjes guerreros musulmanes y donde el Cid también dejó constancia de su ardor guerrero.