viernes, 16 de septiembre de 2016

Jesús Mari Lazkano, más allá del realismo

                             Como cuando algo sutil perdura y parece renacer distinto, 2006

No quería dejar pasar la oportunidad de conocer la obra de Jesús Mari Lazkano (Vergara, 1960), pero no estaba seguro de que fuera a gustarme, pues lo tenía catalogado como un pintor en la línea realista de un Antonio López, cuya obra no me interesa demasiado.

Pero no creo que la pintura de Lazkano pueda calificarse como realista pues, en mi opinión, va mucha más allá, propulsada por la notable imaginación que pone en sus lienzos este artista guipuzcoano.

Más de un centenar de obras componen esta retrospectiva que abarca tres décadas de una actividad que se me antoja muy coherente y entregada.

Hay un gran interés en este pintor en entrelazar la arquitectura con la naturaleza, mediante paisajes de grandes urbes y paisajes de montañas o de bosques o marinas, que se combinan, a veces en el mismo lienzo.


La catedral nevada, 1987
Es una propuesta muy interesante, lejos ya de los paisajes tradicionales teñidos de mayor o menor bucolismo. Ahora ya la vida urbana se ha impuesto de tal manera que resulta casi inevitable considerar el mero paisajismo como una actitud una pizca escapista. Hay que profundizar más y eso me parece que Lazkano lo consigue con creces.

Rascacielos, aglomeraciones urbanas, bosques, montañas, icebergs, mares inmensos. Todos estos elementos contrastados con detalles de arquitecturas racionalistas, esculturas abstractas, geométricas (Oteiza, Chillida, Mies Van der Rohe).

Lazkano coge de aquí y de allá, incluidas citas de la tradición pictórica (renacentista, por ejemplo) y con ello monta su propia obra, con una mezcla de pasión, talento y artesanía o buen hacer, cuyo resultado es tan sorprendente como notable.

A nada que le guste a uno la pintura y le dedique el tiempo suficiente para apreciar todos los detalles lo va a pasar bien y la fascinación no va a andar lejos de su imaginario.


La curva del destino, 2004

Merece la pena detenerse también en los videos que se proyectan en una sala adjunta. Yo he visto dos. Puede que haya alguno más. En uno se ve al artista pintando un lienzo tras otra, o mejor dicho, un lienzo sobre otro, en un proceso de creación trepidante y sorprendente que a mí me ha resultado muy divertido. El otro es un montaje fotográfico de imágenes de cielos y horizontes acompañado de una música. Ambas piezas muy logradas. Como el resto de esta Ikusmira.



Hasta el 16 de octubre. Sala Kubo. Av. Zurriola 1, San Sebastián.