Henning Mankell
Un
médico jubilado prematuramente, Fredrik Wellin, lleva doce años viviendo solo en
una isla desierta próxima a la costa de Suecia. Ocupa la misma casa en que
vivieron sus abuelos. En realidad no vive solo. Tiene un gato, un perro y un
gran hormiguero que ha dejado crecer en una de las habitaciones. Una mañana de
invierno aparece en el embarcadero una mujer que se ayuda con un andador. Es su
antigua novia, a la que abandonó sin explicaciones al terminar sus estudios de
medicina y marcharse por un año a los Estados Unidos. A partir de esta visita su
vida cambia.
Escrita
en primera persona por el médico la novela nos informa sobre la vida de este
hombre, en especial sobre su pasado, y sobre sus relaciones con tres mujeres.
Como no es mi intención desmenuzar el argumento me limitaré a señalar que, en
mi opinión, aunque dura y desolada, esta es una gran novela, digna del gran escritor
que es Henning Mankell.
Mankell
es un escritor que admiro desde que leí su serie de narraciones protagonizadas
por el inspector Wallander, en mi opinión uno de los personajes más logrados, interesantes
y entrañable de la literatura contemporánea. Leí la novela hace algunos años y
acabo de releerla para refrescar su recuerdo, tras enterarme de que se ha
editado en España, a título póstumo, la continuación de esta obra, titulada “Botas
de lluvia suecas”.
A
la vez que narra las incidencias que acontecen en el viaje que inicia junto a
su antigua novia, el protagonista nos va informando sobre los sentimientos que
se producen en su interior y que, poco a poco, van removiendo toda su
existencia. Estos sentimientos, aunque muy contradictorios, le resultan
totalmente inesperados, pues Wellik ya no esperaba de la vida otra cosa que
esperar la muerte en su retiro solitario. Esta dialéctica entre la vida
solitaria y la llegada de personas que van a afectar a sus sentimientos más
profundos es lo que confiere al libro una gran profundidad.
¿Es
Fredrik Wellik una buena persona? Ni el mismo lo tiene claro. Está acostumbrado
a su vida solitaria, a contemplar más o menos desganado la naturaleza bella e
inhóspita que le rodea y, en muchas ocasiones, no se siente capaz de asumir lo
que emocionalmente se le viene encima. Lo intenta, sin embargo, y esa es su
grandeza.
Mankell
consigue exponer con su arte narrativo las reacciones y la intimidad de un alma
humana, con su compleja historia a cuestas, con las historias de sus padres,
como la mayoría de los humanos, y en ese sentido el libro permite al lector
identificarse con el personaje, comprenderlo y, en ocasiones, juzgarlo.
El
viento, la nieve, el hielo, las tormentas, los vendavales. Los grandes bosques,
el discurrir de las estaciones también. La naturaleza escandinava, tan
atractiva para muchos, entre los que me encuentro, ocupa un lugar destacado y
protagonista en estas páginas, procurando al lector esa agradable sensación de
percibir el frío bien arropado con una manta o al calor del fuego.
En
un par de fragmentos creo encontrar buenas pistas sobre el hombre que relata y,
tal vez, sobre la psicología masculina en general. “Tú nunca has sido una buena
persona –le dice su antigua novia reaparecida en plena vejez-. Siempre has rehuido
las responsabilidades que te correspondía asumir. Y nunca serás una buena
persona. Pero puede que llegues a ser mejor.”
Poco
después, un vapuleado emocionalmente narrador se contempla a sí mismo: “Yo la
traicioné porque temía ser traicionado. Mi miedo a atarme, a sentimientos tan
intensos que no podía controlarlos, me hizo alejarme. Ignoraba por qué había
sido así. Pero yo sabía que no estaba solo. Que vivía en un mundo lleno de
hombres que sufrían mi mismo miedo.”
Henning
Mankell, Zapatos italianos, Tusquets editores, traducción de Carmen Montes Cano,
3ª edición enero 2010.