Ulpiano Checa, La invasión de los bárbaros
Una fortaleza, una ciudadela en la frontera exterior del
Imperio. Ubicada en el desierto, junto a un oasis que en realidad es un lago.
La fortaleza, al parecer, está amenazada por los bárbaros. Los bárbaros son
tribus nómadas muy retrasadas culturalmente. La fortaleza está dirigida por un veterano
magistrado que es también el narrador y el protagonista de la novela. Ha
llegado un coronel, al mando de una tropa militar, con el objetivo de dar un
escarmiento a los bárbaros.
La expedición sale al desierto y, cuando regresa, trae un
grupo de prisioneros. Mientras los torturan el magistrado mira para otro lado.
Matan a uno de ellos y dejan a su hija ciega y tullida. Cuando los militares se
van el viejo magistrado entabla una extraña relación erótica, pero no sexual, con
la joven. Al cabo de un tiempo decide devolverla a su pueblo. Para ello realiza
un penoso viaje invernal a las lejanas montañas. Tras muchas penalidades
entregan a la joven y regresan.
Cuando llega al fuerte los militares ya están de vuelta
para una nueva campaña de persecución y represión de los bárbaros. El coronel
procede a detener al magistrado acusándole de traición por intentar entablar
negociaciones con los bárbaros. Lo encarcela durante meses, lo tortura y está a
punto de acabar con él. El magistrado pasa de ser la primera autoridad a ser un
paria, un apestado social, un mendigo. Todos le recriminan por su relación con
la joven bárbara.
El protagonista reflexiona sobre su vida, sobre la vida
en la fortaleza. Entretanto aparecen los pescadores, un pueblo que vive
extramuros, en las orillas del lago, en la miseria y el primitivismo. Los
pescadores también temen a los bárbaros. Al principio son aceptados en la
ciudadela; luego son rechazados. Durante el tiempo que dura la expedición de
castigo la vida en la fortaleza, bajo una autoridad policial, degenera. El
tiempo pasa y no hay noticias, sólo rumores, de lo ocurrido con la expedición
contra los bárbaros. Todos temen lo peor y ven en peligro sus vidas. Empieza a
cundir el pánico. Los militares cometen todo tipo de excesos contra la
población. Muchos empiezan a huir hacia el interior del Imperio.
El magistrado, tras estar a punto de morir ahorcado, empieza
a disfrutar de una relativa libertad. Se olvidan de él. Le permiten deambular,
pero debe mendigar su comida. Por temor a los bárbaros el pueblo ha caído en
manos de los militares, que se limitan al saqueo. La comunidad cae en el
desorden y el caos.
Se ha especulado mucho sobre el Imperio al que se refiere
Coeztee. Lo único cierto es que no parece un imperio moderno. No hay rastros de
vehículos de motor, ni de tecnología. Es un Imperio imaginario. El talento del
autor para conducir la narración es notable. Las descripciones son brillantes.
A veces me recuerda a los ambientes que tan bien describe el norteamericano
Cormac McCarthy.
Alguna crítica considera que Coeztee puede haberse
inspirado en el célebre poema Esperando a los bárbaros de Kavafis. La conclusión que yo he sacado tras esta lectura, la
segunda que hago de esta obra (la primera de hace una década ya la tenía
olvidada) es que los imperios no son derribados por un enemigo exterior (los
bárbaros) sino que se autodestruyen. Aquí viene a cuento los versos finales del
poema de Kavafis: “¿Y qué será de nosotros ahora sin bárbaros?/ Quizá ellos
fueran una solución después de todo.”
Hay reflexiones interesantes cuando el magistrado
narrador repasa su actividad al frente de la fortaleza. “Yo era la mentira que
un Imperio se cuenta a sí mismo durante los buenos tiempos, él (el coronel jefe
de los torturadores) es la verdad que un Imperio cuenta cuando corren malos
tiempos. Dos caras de la dominación imperial. Ni más ni menos.” La crítica al
Imperio y al imperialismo es demoledora.
Pero, aún hay más: “Sucumbimos sin haber aprendido nada.
En todos nosotros, en lo más recóndito, parece haber algo granítico e
incorregible. Nadie cree realmente, pese a la histeria en las calles, que están
a punto de destruir el mundo de tranquilas certezas en que hemos nacido. Pero,
¿quién soy yo para burlarme de las ilusiones que nos ayudan a vivir?”
J.M. Coetzee, Esperando a los bárbaros (1980). Traducción de Concha Manella y Luis Martínez Victorio. Ed. Debolsillo.
Butcher´s Crossing, de John Williams
Butcher´s Crossing, de John Williams