No sé nada sobre las mariposas. Cómo es posible. Tan
bellas, frágiles, silenciosas. Las veo en el pinar. Están y al segundo
siguiente no están. Aparece una, y dos o tres se le juntan. Al momento se
separan… y desaparecen. Se posan en el cáliz de las flores. ¿Se alimentan así?
Una mosca zumba al volar. Las mariposas vuelan sin el ruido.
¿Y si las fotografiase? Me acerco sigilosamente, disparo. Mi primera foto de
mariposas. Luego, más tarde, mientras leo un gran panel informativo, un bello
ejemplar se pone a tiro. Cuando intento hacer clik ella alza el vuelo. ¡Y se
posa en mi mano! ¡En la mano con la que sostengo el móvil!
Levedad prodigiosa. Es toda alas, apenas cuerpo, un par
de antenas. Pienso en Nabokov, coleccionista de mariposas, estoqueador de
mariposas. Pienso en Jünger y su “caza sutil”, pero caza al fin. Cómo es
posible. Ah, claro, interés científico. Bueno. Nunca ha terminado de gustarme Nabokov.
Luego se va volando como a saltitos.