miércoles, 27 de septiembre de 2017

Un paseo por el valle burgalés del río Pico


 Orbaneja del Riopico

Por la carretera que conduce a Orbaneja del Riopico, en el Camino de Santiago, vienen de buena mañana muchos peregrinos en fila camino de Burgos. No parece una idea muy brillante traerlos por la carretera, pero supongo que ellos van por donde les indican.
Al principio de la mañana hay un buen sol pero pronto se nubla y se queda así hasta el final del paseo. Primero visito la ermita de la Inmaculada, que está abierta. Hay dos mujeres de edad que están haciendo el Camino. El interior está oscuro salvo el altar donde está la talla de la Virgen y algunas otras imágenes.


El camino de los bodones discurre entre robles

El río Pico, que da nombre a este valle, nace en la sierra de Atapuerca y desemboca en el río Arlanzón, en Burgos, después de haber recorrido 14 kilómetros.

Orbaneja, por su parte, conserva buenas casas de piedra caliza, algunas con escudos familiares en las fachadas y otras con su antigua estructura de entramado de madera.




Interior de la ermita de la Inmaculada

 Quintanilla en lontananza

Sigo un camino flanqueado por florecillas silvestres, que arranca del pueblo y en suave ascenso lo va dejando atrás hasta introducirse en el monte, que es de robles quejigos. Es muy solitario y fácil de andar. Alcanzo un punto con buenas vistas sobre la carretera de Logroño y algunos pueblos. A la derecha se ve la gran fábrica y chimenea que está en permanente actividad y humareda (probable y deseable que sea vapor de agua).

Como mi fruta sentado en una roca junto al camino y continúo. Veo en el mapa que se cruzan muchos caminos que llevan a lugares diferentes. Yo sigo el trazado previsto. No hay demasiado que contar, salvo que el camino se llama de los Bodones y, hasta el final, que lo miro, no sé de qué se trata. Bodón equivale a ciénaga.

 El campo de fútbol de Quintanilla

Más adelante, junto a un campo de fútbol, ya en las proximidades de Quintanilla Riopico, veo un par de bodones, pequeños y secos, al menos en apariencia.
El campo de fútbol me llama mucho la atención y lo fotografío. Está en una gran campa donde sopla mucho viento. A juzgar por las yerbas que crecen en el suelo y por el estado de las instalaciones no se usa demasiado o está en desuso completo. Todo es muy rústico, pero los vecinos no han querido privarse de su campo. El fútbol es asunto serio e importante.
El vestuario debe ser la caseta metálica para obras que hay en una de las bandas. Enfrente de ella, al otro lado, hay dos cobijos también metálicos, con un banco en su interior. En uno pone “local” y en el otro “visitante”. Aún hay restos de la pintura que delimita el terreno, que también está perimetrado por una cinta blanca y roja. Dos grandes robles cierran el paisaje por el lado que da al valle, donde aparecen Quintanilla y Cardeñuela.
Robles junto al camino


 Panorámica de Cardeñuela Riopico

Yo continúo por el monte. Alcanzo un cruce donde diviso unos carteles de “prohibido el paso, zona militar y riesgo de explosiones”. El camino desciende hasta el pueblo de Quintanilla. En Quintanilla hay buenas vistas sobre el valle.

Me aproximo hasta la iglesia de San Pedro Cátedra, con su cementerio adosado y un nido de cigüeñas en lo alto de la espadaña. Luego bajo a la carretera y regreso por ella al punto de partida. En dirección contraria, a escasa distancia, se encuentra Cardeñuela Riopicó, por donde también pasan muchos peregrinos. Su iglesia alberga un retablo dedicado a Santa Eulalia de Mérida, del que es autor Felipe Vigarny, artista muy activo en el XVI en la catedral burgalesa.


Este último kilómetro coincide con el Camino de Santiago. A ambos lados de la carretera, protegidos por árboles y arbustos de todo tipo, se vislumbran pequeñas villas de una planta rodeadas de huertas y jardincillos. Tienen su encanto.

El cementerio de Quintanilla, adosado a la iglesia
De vuelta en Orbaneja intento acercarme hasta la iglesia, que está en un cerro, pero están acondicionando la calle y no se puede pasar. En su lugar me tomo un café en la terraza del bar. Un grupo de jóvenes rezagados vienen tras mis pasos. Son italianos. El grueso de los peregrinos ha pasado de buena mañana, hace dos o tres horas, pero ellos van a su aire envueltos en bromas y risas. Empieza a salir el sol otra vez. En el bar una mujer comentab lo fresca que ha salido la mañana. Estamos a finales de julio y han dado una mínima de diez grados.