sábado, 6 de octubre de 2018

Esperando el autobús en la frontera de Hendaya,


Esta mañana de sábado, esperando el autobús en Hendaya, en compañía de mi hija, que viaja hasta Bayona, treinta o cuarenta kilómetros. Cuarenta y cinco minutos de retraso, sentados en un pretil, respirando el humo de cientos de vehículos que circulan sin tregua a un metro de nuestras narices.

La espera ha sido amenizada por la visita de dos gendarmes, que han pasado en su coche, y han visto a un joven negro africano, que también esperaba. La gendarmería francesa anda muy ocupada estos días, semanas, meses, en detener negros africanos jóvenes, y devolverlos a España en virtud de algún tratado en vigor, es un suponer.

Al chaval negro le han pedido hasta las notas del parvulario. El iba sacando papeles de su mochila. Para no quedar mal los gendarmes nos han pedido a todos los que esperábamos pacientemente nuestros papeles de identidad. No vayamos a creernos que solo les interesaba el negro.

Yo, como de costumbre, no llevaba ningún documento encima. Me he ofrecido gentilmente a recoger el carnet de conducir de mi vehículo, estacionado a unos metros, pero el gendarme no lo ha considerado necesario.

Ventajas de no ser negro, ni joven. Muy agradecido.

Cuando ha llegado el autobús el supuesto inmigrante ilegal, finalmente, se ha quedado en la parada. Luego ha desaparecido.