domingo, 14 de julio de 2019

Más pereza, escritores

7.6

Gabriel Albiac se prodiga estos días en la prensa. Es uno de los pocos hermanos mayores que a uno le merecen respeto intelectual.
Sobre el escabroso tema de la identidad, del que uno viene oyendo hablar desde la cuna como quien dice: “La identidad es la guerra. La identidad es pulsión de muerte. Porque sólo en la aniquilación -material o simbólica del otro- queda mi identidad suficientemente blindada. En política es algo que entendió a la perfección Carl Schmitt, que no en vano fue el mentor jurídico del Estado de Hitler.”
   
Lo de Cataluña, que tanta fatigas impresas y audiovisuales nos está dando (y lo que vendrá), lo ve así de claro, como no podía ser de otra manera en una mente no contaminada por la superchería política al uso: “Lo que ocurrió en Cataluña en el otoño de 2017 fue un golpe de Estado de manual. Propiciado por una pasividad criminal de los gobiernos españoles entre 1978 y 2017. La estructura del doble poder -el Estado paralelo- pudo gestarse hasta en sus mínimos detalles. El golpe -que los golpistas llamaron “desconexión”- falló en el último momento, sólo por la cobardía de sus gestores. Tal vez se habían creído su delirante leyenda de que es posible hacer un golpe de Estado sin sangre. Incluso sin coste alguno.”
Y, para terminar, la santa izquierda española, de la que jamás se ha podido escuchar una autocrítica, ni ahora ni antes: “Eso a lo cual llaman izquierda no es en España más que el último resto de una pulsión autodestructiva único en Europa. Ama morir. Y nada logrará impedírselo.”


En la retransmisión de un partido de fútbol he escuchado esta frase: “Es un futbolista que domina el espacio/tiempo.” Impresionante.

9.6



      

El veterano fotógrafo norteamericano William Klein (91 años) expone en Madrid y es posible que, allá por el mes de agosto, tenga la posibilidad de visitar la muestra.
El hombre ha venido a nuestro país y ha concedido abundantes entrevistas. Va en una silla de ruedas y aún maneja una camarita que apunta aquí y allá. Es un hombre simpático, con don de gentes. Se percibe que también ha sido un hombre atractivo.
Leo aquí y allá sobre él y su trabajo. Veo algunos videos. Me pongo un poco al día. Finalmente, me lanzo sobre sus fotos en internet. Enseguida descubro que me interesan poco.
En su mayor parte son en blanco y negro. Vistas una docena, vistas todas.
Tengo la sensación de haber perdido el tiempo. Entonces me hago la siguiente reflexión: Primero, ver la obra. Y si la obra interesa, meterse con declaraciones y el resto de la parafernalia. Nunca al revés.

NO soy un lector habitual ni devoto de Juan Manuel de Prada; no me interesa gran cosa su discurso tradicionalista de boina roja e incensario. Pero, de vez en cuando, en su crítica de la modernidad, da en la diana con una clarividencia asombrosa.
Es el caso de su interesante artículo El saqueo del ahorro, en el que se ocupa de cómo los poderes financieros, con la colaboración de los bancos centrales, están esquilmando los ahorros de la gente.
Empieza con una cita de la filósofa Simone Weil que define a los partidos políticos como “máquinas encargadas de fabricar pasiones colectivas, que luchan y chocan entre sí con un ruido infernal que hace imposible que el pueblo oiga la voz de la justicia y de la verdad.”
De Prada comenta la noticia de que el Banco Central Europeo ha vuelto a congelar el precio del dinero que compensará con nuevas inyecciones de liquidez para el sector financiero.
“La finanza internacional ha decidido lanzarse sin rebozo al expolio de los depósitos bancarios de los pequeños ahorradores.” El BCE, señala De Prada, beneficia a los bancos “con manguerazos de dinero que nada vale.”
De esta forma, los bancos, que no devuelven el dinero a sus depositantes (como es su función), ni corrigen la inflación ni dan intereses, “se han convertido en los lacayos de la finanza internacional.”
Por descontado, ningún partido político de Europa alza la voz para denunciar este expolio. Concluye De Prada: “Los partidos políticos no son más que oligarquías al servicio de las finanzas.”

10.6

Un escritor, si no quiere saturar a sus lectores, debería dejarse llevar con más frecuencia por su pereza. Recuerdo que me pasé años sin leer un solo artículo de Francisco Umbral, después de haberlo leído durante años. Estaba totalmente empachado.
Se escribe demasiado. Cada vez más. Y peor. Hay demasiados escritores. Porque al final de un autor quedan, si quedan, unos pocos fragmentos, uno o dos libros. Pero, claro, quién es el guapo que abandona el negocio cuando da pingües beneficios?


11.6

El paleontólogo Juan Luis Arsuaga no parece un tipo demasiado optimista. Leo una de las varias entrevistas que ha concedido estos días, supongo que por la presentación de alguno de sus libros, como es lo habitual.
Asegura que la civilización humana se ha desarrollado “a base de destruir la naturaleza. Hasta el neolítico no teníamos la capacidad para transformar el paisaje, pero desde entonces a hoy no hemos parado. Y ahora ya no nos queda nada.”
Quedaría, en todo caso, algo en América y en Australia, “pero también estamos en proceso de arrasarlas.”
La razón de este comportamiento humano habría que buscarla en nuestro interés “porque nuestros hijos vivan. Ahora ya no tenemos tantos hijos, pero ha aparecido el consumo, que es algo compulsivo.” La solución, según Arsuaga, pasa “por renunciar a cosas, también a empleos.” Pero el asunto no es nada fácil: “Estamos en un lío y no tenemos respuestas.”
Resulta que “todos los animales sociales matan por odio” y, en consecuencia, nosotros hacemos lo mismo. ¿Nos extinguiremos? le preguntan. “No -contesta-, pero podemos llevar una vida miserable. Nos puede la codicia y el consumismo.”
Termina con una advertencia para los hipotéticos extraterrestres: “Si hay extraterrestres más vale que tengan cuidado, porque los seres humanos somos malos.”

15.6



La actriz Charlotte Gainsbourg, hija del cantante y actor francés Serge Gainsbourg (1928-1991), protagonista éste de varios escándalos muy sonados en su momento, ha hecho unas declaraciones que marcan el tono que ha adquirido nuestra época, un tono dominado por el puritanismo más repelente y, además, disfrazado de pensamiento progresista e igualitarista:
“Ahora mi padre no podría hacer absolutamente nada, todo sería un escándalo.”
En realidad ya era un escándalo en su tiempo. La diferencia es que ahora seguiría siendo un escándalo, pero con derecho a lapidación y, muy probablemente, acompañado de silenciamiento.

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Foto 1: autor, William Klein
Foto 2: Charlotte Gainsbourg

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