Es una locura. Al principio entro en la dinámica del tráfico. Pero enseguida me echo a un lado y dejo que pasen. Pocos muertos hay para las velocidades al uso.
Quiero llegar hasta la localidad de Urueña, la denominada villa del libro, pero antes, vista la vorágine a mi alrededor, decido desviarme hacia Palencia y, a través de la N-610, acercarme hasta Medina de Rioseco, atravesando la Tierra de Campos, una tierra por la que siento una gran atracción.
En estos “Campos Góticos” se asentaron los visigodos a finales del siglo V, cuando fueron expulsados del sur de las Galias por el expansionismo de los francos. Un paisaje ondulado, desarbolado, dedicado principalmente al cultivo del cereal, y que va cambiando de color a lo largo del año.
En estos “Campos Góticos” se asentaron los visigodos a finales del siglo V, cuando fueron expulsados del sur de las Galias por el expansionismo de los francos. Un paisaje ondulado, desarbolado, dedicado principalmente al cultivo del cereal, y que va cambiando de color a lo largo del año.
Al coger la desviación de Villamartín de Campos advierto el indicador del Mirador de Castilla. En unos tres kilómetros llego hasta lo alto. Junto al parking hay una urbanización abandonada de chalés a medio construir.
El mirador, orientado a Poniente, ofrece una panorámica espectacular. Las puestas de sol vistas desde aquí tienen que ser impresionantes. Aparecen más de veinte pueblos, apuntados por las torres de sus iglesias.
El mirador, orientado a Poniente, ofrece una panorámica espectacular. Las puestas de sol vistas desde aquí tienen que ser impresionantes. Aparecen más de veinte pueblos, apuntados por las torres de sus iglesias.
Hay una gran mural donde se han dibujado la ubicación de todos ellos. Contiene una cita de Unamuno: “Tú me elevas, Castilla.” Durante la contemplación viene bien la sombra de un par de arbolitos que hay junto a una fuente. A esta hora del mediodía el calor achicharra.
Hasta Medina de Rioseco sólo me detengo en una ocasión, a pie de carretera, para fotografiar uno de los muchos palomares que abundan en esta tierra. La mayoría en estado ruinoso. El zureo de las palomas se escucha por doquier.
En esta ruta hay bastantes cosas interesantes. como el castillo de Torremormojón y la localidad de Ampudia, con un castillo-palacio en muy buen estado de conservación.
Hasta Medina de Rioseco sólo me detengo en una ocasión, a pie de carretera, para fotografiar uno de los muchos palomares que abundan en esta tierra. La mayoría en estado ruinoso. El zureo de las palomas se escucha por doquier.
En esta ruta hay bastantes cosas interesantes. como el castillo de Torremormojón y la localidad de Ampudia, con un castillo-palacio en muy buen estado de conservación.
Llego a Medina de Rioseco un poco antes del comienzo de la última visita al museo de San Francisco, instalado en la iglesia del antiguo monasterio franciscano. Se trata de una visita guiada, en compañía de una guía, pero que se apoya en un sistema de megafonía y luminotecnia.
Su construcción comenzó a finales del siglo XV y principios del XVI bajo el mecenazgo de don Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla, como panteón de su familia.
A Medina de Rioseco se la conoce como la Ciudad de los Almirantes. Los almirantes eran oficiales del rey castellano al frente de la Armada. De aquí proceden los Enríquez. El linaje se inicia con el infante Fadrique, hijo natural del rey Alfonso XI y su amante Leonor de Guzmán, hermano también de Enrique II, que dio nombre al linaje.
El museo contiene interesantes obras escultóricas, de platería y de marfil, además de los panteones de los donantes, entre otros. No están permitidas las fotos, aunque algunas pueden verse aquí.
A Medina de Rioseco se la conoce como la Ciudad de los Almirantes. Los almirantes eran oficiales del rey castellano al frente de la Armada. De aquí proceden los Enríquez. El linaje se inicia con el infante Fadrique, hijo natural del rey Alfonso XI y su amante Leonor de Guzmán, hermano también de Enrique II, que dio nombre al linaje.
El museo contiene interesantes obras escultóricas, de platería y de marfil, además de los panteones de los donantes, entre otros. No están permitidas las fotos, aunque algunas pueden verse aquí.

Justo enfrente del museo está el parque del duque de Osuna, que es uno de esos oasis verdes, sombreados, deliciosos que hay en algunas ciudades castellanas. Me quedo un rato mientras doy cuenta de mis provisiones. A continuación, venciendo mi pereza, pues hace un calor achicharrante, me doy un paseo calle Mayor arriba, saltanto de sombra en sombra, de soportal en soportal.
Se trata de un conjunto histórico-artístico, en el que destacan las iglesias y la calle porticada. También destacan tramos de la calle en ruinas. Hacia la parte alta aparecen bares y restaurantes con terrazas bastante animadas. Las iglesias (Santa María Mediavilla, Santa Cruz y Santiago) son visitables, igual que el museo dedicado a la prestigiosa Semana Santa de Medina.
Iglesia de Santiago apóstol
Casa de adobe en Medina de Rioseco
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Un verdadero placer recuperarte.
ResponderEliminarMuchas gracias Mertxe. Lo mismo digo. Un abrazo.
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