martes, 15 de octubre de 2019

Otoño en el parque




Me ha costado llegar: veinte o treinta energúmenos conduciendo como locos sus bonitos coches deportivos han estado a punto de sacarme de la carretera. Los cazadores y sus tiros no me han animado.

Luego la juerga se ha calmado y he podido ocuparme de la bella senda, entre prados, helechos rojizos, argomas, robles, hayas. No faltaba el musgo y las setas.

La mañana ha salido cálida, nublada, con viento del sur. Como era festivo se escuchaban voces, siempre lejanas, siempre desagradables en el monte.


No he querido apresurarme, ni caminar en exceso. Qué prisa tengo. No he venido aquí a hacer deporte.





Cuando he llegado a las charcas me he detenido, he abandonado el camino, me he introducido bajo los elegantes alerces. Hora de comer mi fruta, sentado en una gruesa rama caída. Observo a un pequeño grupo de excursionistas charlatanes, una joven corredora pasa.

Hay un pequeño arroyo que desciende apresurado, y coches allá abajo, en la carretera. Ha llovido poco las últimas semanas. Echo de menos los arroyos. Conozco otro camino por aquí que tiene muchos arroyos. No tardaré en visitarlo.




A la vuelta paso junto a las mansas yeguas apacibles. Les hago unas fotos. Las cariñosas yeguas un poco inquietas hoy, con tantos ciclistas.

Ahora cojo el camino de arriba, aún más solitario. Qué vistas maravillosas. De ahí vengo, de ahí soy. Hay que ser de algùn lado, ¿verdad? La desembocadura del Bidasoa, tres ciudades, dos países, un mar al fondo.

La bajada es muy pendiente. Eso que ha cruzado el aire planeando es un buitre. Me detengo. Nadie tan majestuoso. Dos, tres. Van llegando. El último regalo de la mañana. Los observo con mis pequeños prismáticos. Vienen más, hasta una docena. Algo comestible habrán visto. Patrullan en círculos, cinco o diez minutos. Y desaparecen.




Se aproxima la hora de la comida. En el merendero hay varios grupos, muchas voces, huele a leña quemada. Igual por eso han venido los buitres, atraídos por los aromas de las barbacoas. Los evito. Vuelvo a la carretera. Conduzco tranquilamente. Hay una yegua en mitad de la calzada. Se aleja parsimoniosa.