domingo, 13 de octubre de 2019

Un paseo inacabado por El Prado



La visita a Velázquez es ineludible. En esta ocasión voy a fijarme en tres retratos. El primero es el del rey Felipe IV anciano, de 1653. El monarca tiene 48 años; vivirá hasta los 60. La primera impresión que produce esta obra es de sorpresa: no parece un rey, sino un noble cualquiera. Felipe IV era reticente a dejarse retratar; habían pasado bastantes años desde que Velázquez lo hizo por última vez: no quería verse viejo.


Velázquez lo trata con familiaridad y cariño, pero lo despoja de cualquier atributo real. Debió haber bastante confianza entre el flemático pintor y el impasible soberano. Les unía la pasión por la pintura y la edad (Velázquez era 6 años mayor que el rey y ambos vivieron casi los mismos años). Con pocos recursos cromáticos y escénicos el pintor consigue un retrato inolvidable.



No hay duda de que Velázquez amaba a los niños. Sus retratos de los hijos del rey lo confirman. Cualquiera de los que le hizo al príncipe Baltasar Carlos es extraordinario, pero el vestido de cazador es mi favorito en clara competencia con el ecuestre.

El príncipe tiene sólo seis años y ya asume su papel. Embutido en un traje de cazador mira con seriedad al espectador. Le acompañan dos perros, que mantienen actitudes opuestas: el grande dormita; el galgo está erguido y atento. El encanto de la obra se incrementa con el paisaje al fondo, enmarcado en el roble, con las crestas del Gudarrama
y el cielo nuboso pero azulado. Trágico destino el de este joven, heredero del trono, muerto de viruela a los 17 años.

El rey Felipe, que había enviudado, terminó casándose con la novia prevista para Baltasar, Mariana de Austria, que en el momento de la boda tenía 15 años. Fruto de este matrimonio fue la princesa Margarita, muy retratada también por Velázquez. Es la figura central de Las Meninas. Margarita terminó com emperatriz de Austria al casarse con Leopoldo I.




Esta bella joven es Joaquina Téllez-Girón, hija de los duques de Osuna. Fue pintada en 1784, a sus 14 años, por Agustín Esteve. Aparece apoyada en un globo terráqueo y vestida a la manera griega. La delicadeza de esta figura y la melancolía de su mirada son extraordinarias.





Unos años más tarde, cuando la misma modelo tiene 20 años, la vuelve a pintar Goya, recostada, con un tocado de flores y una lira. Joaquina fue una mujer culta, hija de la Ilustración, muy admirada en su tiempo, promotora de artes y tertulias. Fue marquesa de Santa Cruz por matrimonio. La joven ha perdido melancolía y ha ganado sensualidad.

Hay mucha distancia, a parte de la temporal, entre Velázquez y Goya. El primero vive bajo los Austrias; el segundo bajo los Borbones. Velázquez tuvo una vida tranquila, bajo la protección del rey; Goya tuvo una vida turbulenta. Las épocas de uno y del otro fueron muy diferentes. Puede decirse que a Goya le tocó la peor parte. Su serie negra sería impensable en un hombre como Velázquez, lo mismo que sus grandes lienzos dramáticos, como Los fusilamientos de la Moncloa o la Carga de los mamelucos. Los retratos de Velázquez son realistas; los de Goya tienen algo de caricaturescos. Las personas de Goya no son tan sólidas como las de Velázquez. Es muy dudoso que la Historia evolucione a mejor. La historia del arte es un claro ejemplo.

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