miércoles, 4 de diciembre de 2019

La preciosa hija de Ryan



Cuatro décadas más tarde he vuelto a disfrutar de esta excelente película, aunque esta vez la he visto en la pequeña pantalla. En muchos aspectos, el progreso es un retroceso.

Esta preciosidad, de tres horas largas de metraje, recibió críticas tan demoledoras, que su creador, David Lean, se pasó más de 15 años sin volver a rodar, hasta la que sería su última obra, Pasaje a la India.

No descartaría que el retrato que hace en ella del nacionalismo irlandés estuviese en el origen del rechazo que produjo la película entre los siempre sospechosos críticos. Meterse con el nacionalismo --cualquier nacionalismo-- nunca ha sido gratis.

La hija de Ryan es una nueva Madame Bovary. Una joven romántica, casada con un hombre mayor que ella, su profesor en la escuela --tan bondadoso como torpe--, se enamora de la persona equivocada, un joven militar inglés, el enemigo de los irlandeses.


Asistimos al amor pasión de Stendhal y sus trágicas consecuencias, en un pequeño pueblo irlandés, durante la Primera Guerra Mundial, hacia 1916.

Como ya hiciera en su anterior obra, Breve encuentro, David Lean se ocupa de una historia amorosa arrebatadora, complicada y prohibida. Y lo hace desde el punto de vista de la mujer.

En esta ocasión la prohibición es doble, pues se trata de una mujer casada y el objeto de su amor es un “enemigo del pueblo”. El drama está servido.

En medio de este conflicto, y en contraste con la masa fanatizada, brillan tristemente las muy dignas personalidades de un elenco de personajes: la propia protagonista, el marido, el oficial inglés, el cura y la inocencia del pobre diablo del pueblo.

Ambientada en las playas y acantilados de la costa sur de Irlanda, la belleza de su fotografía es una de los principales alicientes de la película. Las interpretaciones de Sara Miles, Robert Michum, Trevor Howart y John Mills, es otro.

La hija de Ryan está llena de detalles excelsos: ya hay otra niña, admiradora del maestro, candidata a ser la nueva madame Bovary. Un tema eterno, probablemente.

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