Estaba leyendo Una leve exageración, de Adam Zagajewski, en concreto un apunte sobre el compositor Anton Bruckner, un hombre “piadoso y modesto”, un hombre que, según sus biógrafos, era demasiado sumiso. El poeta Zagajewski --desconozco la razón-- le llama papá Bruckner, lo que sugiere una personalidad bondadosa. Se dice que las partituras de sus obras no fueron ordenadas hasta después de su muerte.
A través de los auriculares, simultáneamente, escuchaba una sinfonía que daban en la radio. Ignoraba de qué sinfonía se trataba, porque la había comenzado a escuchar ya empezada. Algunos fragmentos me gustaban, pero otros menos. La encontraba un poco blanda, me sonaba más a una banda sonora de cine que a una sinfonía, pero tampoco es que me desagradara, ni mucho menos. Estaba intrigado por saber quién era el compositor. Lo dijeron al final: era Bruckner, y su 3ª Sinfonía.
Pensaba que estas casualidades a mi no me pasaban. A algunos privilegiados, como Vila-Matas por ejemplo, les suceden continuamente.
Zagajewski, por cierto, en este interesante libro de apuntes, habla bastante y muy atinadamente de música y de compositores.
---