martes, 17 de diciembre de 2019

Sylvain Tesson, en una cabaña siberiana


Syvain Tesson en su cabaña. Foto Thomas Goisque


    Tras una anodina portada y un título engañoso, que no se corresponde con el original, se esconde un libro muy interesante, al menos para los aficionados a la aventura, tanto a la interior como a la exterior. En los bosque de Siberia --pues este es su verdadero título-- reúne ambas. Es obra del escritor, geólogo, geógrafo y aventurero francés Sylvain Tesson, poco conocido en España, pero muy popular en su país.
    El curriculum de este hombre, nacido en París en 1972 es impresionante: ha recorrido el mundo entero, de todas las formas posibles, aunque especialmente a pie y a caballo. Entre otras muchas, ha realizado rutas por el Hinmalaya, Asia central, Siberia, China, India y la propia Francia.
    En esta ocasión trata de hacer justo lo contrario de lo habitual: estarse quieto. Para ello se recluye, durante seis meses (de febrero a julio), en una cabaña de madera de 9 metros cuadrados, situada en la orilla del lago Baikal, en Siberia. El pueblo más cercano está a 140 kilómetros. En invierno el termómetro marca menos 30 grados; en verano los osos llegan a la orilla del lago.


    "Me había prometido vivir como un ermitaño en el fondo de los bosques, antes de cumplir los cuarenta años.”
    En estos seis meses vive momentos de felicidad, de desesperación y, finalmente, de paz.
    “Una vida sobria y bella. Miré los días pasar. Corté leña, pesqué la cena, leí mucho, subí montañas, bebí vodka mirando por la ventana.”
    Convencido de que el futuro de la humanidad estará en la unión entre lo civilizado y lo salvaje, equipa su cabaña con paneles solares, que le dan para alimentar un pequeño ordenador. Cita a Boden-Powell, fundador de los boy-scout: “Al marcharse del sitio del campamento, dejar solo dos cosas: la primera: nada. La segunda, las gracias.” Así debería ser nuestro paso por la Tierra, asegura.
“   El frío, el silencio, la soledad son estados que en el futuro serán más preciosos que el oro. En una Tierra superpoblada, recalentada, ruidosa, una cabaña en el bosque es la utopía.”
    La sobriedad del ermitaño consiste en no cargarse de objetos ni de semejantes. Su lujo es la belleza. El eremitismo es un elitismo. El recurso a los bosques no permite la masificación. Cuando las multitudes entran en los bosques es para abatirlos con el hacha.
    Lee mucho, “libros de dandi,” y lleva una “vida de mujik” solitario.
    Sin ser un creyente, al menos en el sentido tradicional, reflexiona mucho sobre el eremitismo: “Las sociedades no aman a los eremitas. No les perdonan la fuga. El eremita niega la vocación de la civilización, constituye su viviente crítica.”
    “Existe una relación proporcional entre la escasez de cosas y el apego que se les tiene.”
    El gasto de energía física es intenso. “Confinado en un espacio reducido los gestos se hacen más lentos, el espíritu se adormece. El eremita es menos gracioso, menos mundano. Gana en poesía lo que pierde en agilidad mental.”
    “En una perspectiva naturalista, el hombre rebelde es una cosa inútil. La única virtud, bajo las latitudes boscosas, es la aceptación. “La taiga no ofrece más que dos cosas: sus recursos y su indiferencia.”
    “En la cabaña el tiempo se calma, se acuesta a nuestros pies como un viejo perro amable y, de pronto, ya no sabemos que existe. Soy libre porque mis días lo son.”
    Lo que leemos es un diario de aquellos días siberianos. Patina en el hielo, camina con raquetas, durante el deshielo navega por el lago, realiza visitas a sus también solitarios vecinos… Se interesa por la fauna que le rodea: linces, lobos, zorros, visones, focas…
    Vive momentos de intenso lirismo: “La caricia de la luz que entra por el cuadrado de la ventana es casi tan voluptuosa como la caricia de una mano querida.”
    “Lo imprevisto del ermitaño son sus pensamientos. Sólo ellos rompen el curso de las horas idénticos. Hay que soñar para sorprenderse.”
    “No despreciaré nunca a los que hablan de la lluvia y el sol. Toda consideración sobre la meteorología tiene una dimensión cósmica.”
    De vez en cuando recibe alguna visita. Casi siempre rusos solitarios: guardas forestales, cazadores, meteorólogos… A través de ellos se inicia en el “alma rusa”, muy diferente sin duda a la nuestra occidental. El vodka, el té y la comida, siempre presentes en estas reuniones.
    “La soledad no me da miedo. Hay algo más doloroso: la pena de no compartir con un ser amado la belleza de los momentos vividos.”
    “Al solitario le conviene mostrarse benévolo con lo que le rodea, reclutar a su causa animales, plantas y dioses. ¿Por qué habría de agregar a la austeridad de su situación el sentimiento de la hostilidad del mundo? El ermitaño se prohibe toda brutalidad contra su medio ambiente. Es el síndrome de San Francisco de Asís."
    Los pequeños carboneros. La felicidad de verlos aparecer por las mañanas. Se despierta con el golpeo de sus picos en su ventana.
    “Una cabaña es un búnker de madera. Las vigas de pino, el alcohol y la poesía forman un triple caparazón.”
    En fin, hay tantos fragmentos interesantes en este libro… Para terminar no me resisto a copiar el siguiente:
    “El retiro es rebelión. Irse a la cabaña es desaparecer de las pantallas de control. El ermitaño se borra… Se deshace de toda identidad… Y no es necesario irse al bosque. El ascetismo revolucionario puede practicarse en ambiente urbano. La sociedad de consumo ofrece la opción de adaptarse a ella. Basta un poco de disciplina. En la abundancia, unos pueden vivir como los burgueses, pero otros pueden hacerse monjes y mantenerse escondidos en el murmullo de los libros… En la sociedad de la penuria no existe ninguna alternativa.”


---


No hay comentarios:

Publicar un comentario