Los escasos paseantes --pendientes de no mojarnos--estamos con las cámaras a ver si hacemos la foto del año.
A la vuelta veo un perro suelto con una cuerda rota colgando del cuello. Luego, su dueño, un mendigo alcohólico, llamándole a gritos. Intento explicarle por donde le he visto, pero él me manda callar. Entonces comprendo: el perro huye de su maltratador. Ojalá no lo encuentre pero ¿qué será entonces del pobre animal? Nadie escapa a su destino.
Los mirlos siguen cantando mientras la luz se extingue.