Los mirlos están contentos. La lluvia, que arrecia, ha despejado las calles. Les escucho durante todo el paseo. ¿Será que le encuentran el lado lírico a la lluvia? No creo. Descendamos a lo material. Es porque las proteínas --caracoles, babosas, lombrices-- les gusta la humedad y están disponibles. Sobre el césped del campo de rugby hay una bandada de gaviotas grandes. Camino tranquilo bajo el paraguas de Ikea. Debería hacer un elogio de estos artilugios suecos: ligeros, resistentes y no demasiado caros.
Estos días toca bajamar. La playa, con la bajamar, es una belleza. La marea dibuja formas abstractas en la arena y deja pequeños charcos. El horizonte está difuminado por la bruma. Sobre el Jaizkibel, al oeste, unos haces luminosos se baten, con poco éxito, por traspasar la masa nubosa. Cuando cojo la cuesta de vuelta puedo cerrar el paraguas.
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