viernes, 15 de mayo de 2020

Scorsesse, Don Benito, libertades sexuales, psicólogos


La cuestión. No se trata tanto de hacer como de ser. Pero para ser hay que hacer. Y aún hay que hacer no haciendo (Tao).



Toda escritura es un intento, un ensayo, una prueba. Pero, aún sabido esto, siempre hay un anhelo inalcanzable de perfección. Este anhelo debe ser controlado, limitado, sojuzgado pues, de lo contrario, no se haría nada.



He empezado a ver El irlandés, de Scorsesse, y me he aburrido a la media hora. Si algún día me encuentro sin otra opción, intentaré seguir, pero dudo que la pueda terminar. A veces me preocupa mi falta de sintonía con la crítica. Hubo una época, cuando iba con alguna frecuencia al cine y leía con antelación las críticas periodísticas, que me dejaba guiar por una crítica donostiarra: nunca veía una película que ella hubiera alabado.



Catatónica. Cuando me he sentado en la cafetería, con mi té y mis libros, he visto a una mujer que tenía el cuello estirado y miraba fijamente al techo. Estaba sentada en una silla de ruedas y tenía limitados sus movimientos por una especie de gran faja de cuero negro que le llegaba hasta los hombros. Le acompañaba una pareja que charlaba animadamente. Enseguida me he metido en los libros y no me he fijado más en ella.

   Pero, al salir, veinte minutos más tarde, la mujer seguía mirando al techo. No me lo podía creer: la mujer ha estado inmóvil, mirando al techo; la garganta estirada y desnuda, durante al menos veinte minutos. Me fijé más en ella: era una mujer madura, bien peinado su pelo rubio. Sus ojos apenas se movían y la expresión de su rostro permanecía inmutable, ajena en apariencia a todo lo que ocurría a su alrededor.

    Me he quedado perplejo, apenas podía creer lo que estaba viendo. Tal es así que, tras salir a la calle y alejarme hacia la estación, he dejado de pensar en ella.



Lo de Galdós. He leído por ahí que dos selectos colaboradores del periódico oficial del Gobierno Progresista, se han enzarzado en una supuesta polémica sobre la insigne figura del escritor Pérez Galdós, del que se celebra algo estos días (--si no de qué). Es curioso lo que pasa con don Benito en España. Los del 98 le detestaban, y los del 27 le veneraban. La histórica polémica denota al menos alguna actividad cerebral. Qué tiempos aquellos. En lo que a mí respecta me interesan tanto los unos como los otros, los del 98 como los del 27. El que me interesa menos es Galdós. No es que no lo haya intentado, es que no he podido. Tengo una edición preciosa de los Episodios Nacionales (aquella en fascículos de Ediciones Urbión), primorosamente ilustrada, pero, por más que lo intento, no consigo avanzar. En general, para bañarme en la historia prefiero los manuales a las novelas.

    Dicen algunos malpensados que lo de ahora entra más en el terreno del marketin que en el de la crítica literaria. Puede ser. De hecho la crítica y el marketin van tan acaramelados que no se les distingue.



En cualquier gobierno español que se precie siempre hay uno o varios  ministros muy tontos para que los restantes parezcan listos. Ya hay fuertes rumores sobre quién o quiénes serán los elegidos en el Gobierno Progresista.



Perder el interés es perder la esperanza. Algo deja de interesarnos cuando nuestra esperanza naufraga.



Vamos a tener --si la epidemia no lo impide-- una ley de Libertades Sexuales. A la nonata se le conoce ya como la ley del “sólo sí es sí”. Dicen los que saben, que ya no se contempla lo del abuso sexual. A partir de ahora todo va a ser agresión. ¿Podría valer también el “sólo no es no”? Habrá que esperar. La ministra Irene M. nos lo contará en breve. Sentadas estas bases no cabe duda de que entre el Gobierno Progresista y las web para solteros van a saltar chispas. Todo por escrito y rubricado por favor.



Es probable que, en la práctica, el ideario político sea menos importante que el personal al que se le aplica. Hay pueblos que no tienen remedio.



Como buen país católico venido a menos, cuánto predicamento tiene aquí el sectarismo.



Psicólogos. Cada vez más padres acuden a los psicólogos porque no tienen la menor idea de qué hacer con la falta de respeto que les muestran sus hijos. Cada vez más los hijos se les están yendo de las manos. Los psicólogos, según parece, les asesoran sobre cómo manejarlos y cómo evitar los enfrentamientos. La idea del respeto a los padres ha desaparecido y, es previsible, que la idea del respeto en general, porque si no se respeta a los propios padres por qué iba a respetarse a cualquier otra persona. Las consecuencias de esta ausencia de respeto ya las podemos ver en la vida de cada día, a nada que abramos un poco los ojos. Muchos psicólogos van a ser necesarios para encauzar un poco las cosas.



El cotizado artista plástico Olafur Eliasen ha declarado: “Cuando dibujo, la presión del lápiz influye en la rotación de la tierra.” No sé, da la impresión de que a algunos, el elevado precio que sus obras han alcanzado en el mercado artístico --siempre con tendencia a la histeria y el desvarío-- se les ha subido un poco a la cabeza.