martes, 5 de mayo de 2020

Se busca un culpable



Los americanos y sus satélites --que somos casi todos-- están empeñados en culpar a los chinos de la creación y la expansión de la actual epidemia. Sin embargo, según parece, no tienen pruebas. Habrá que inventarlas. Suele ser lo habitual. Se inventan y se extienden por el planeta a través de los medios obedientes, que son la mayoría, y de las redes sociales, que han sido diseñadas para darles voz a los papanatas e inocular los trágalas más espectaculares.
Lo importante de encontrar un culpable es tapar al verdadero culpable, la célebre cortina de humo, siempre eficaz amén de picajosa. Los ecólogos y ambientalistas lo tienen mucho más claro. Y yo les creo. Esta pandemia viene de la destrucción de los ecosistemas, de la disminución y exterminio de las especies, del consiguiente cambios climático, de la contaminación por la quema de combustibles fósiles y el resto de las perrerías que le estamos perpetrando al planeta y, en consecuencia, a nosotros mismos.

Esto hay que asumirlo, pero asumirlo supone cambiar muchas cosas y cambiar muchas cosas supone liquidar o modificar muchos negocios, sin olvidar un asunto crucial: la superpoblación. Somos demasiados y la población asciende de forma geométrica. Los occidentales estamos preocupados por la falta de niños, de niños blanquitos pues, al parecer, los niños que no son blanquitos no son niños.
No me parece que haya alguien con mando en plaza que le vaya a poner el cascabel a estos gatos. Se escuchan voces tímidas y poco más. Pero, como hay que hacer algo, o fingir que se hace algo, se han sacado de la manga lo de echar la culpa a los chinos. Puede que la tengan, y puede que no, pero la cuestión es indiferente, porque el verdadero origen no son los chinos sino que la cosa es mucho más grave y planetaria.
Lo de los chinos es un conejo que se han sacado de la chistera, como lo fue la famosa niña Greta y tantos otros inventos para mentes débiles con que nos regalan periódicamente.
Entretato, en España, hacemos lo que solemos hacer habitualmente: marear la perdiz, patalear al sentido común, adoptar medidas que más bien son ocurrencias, cometer todo tipo de incoherencias, encarrilar negocios sucios a la sombra de la pandemia, recortar al máximo todo tipo de libertades y derechos, mucha soberbia y copiar mal, porque si al menos copiáramos bien la cosa tendría mejor cara.