Me han obligado tantas veces en una tarde a lavarme las manos con hidrogeles repulsivos que se me van a despellejar. Como de costumbre, nos pasamos o nos quedamos cortos. Siempre nos ha faltado el sentido de la medida.
La mascarilla es una premonición del Apocalipsis.
Cuando te quitas la mascarilla te das cuenta de lo bella que es la vida.
Si respiro por la nariz se me empañan las gafas; si lo hago por la boca parece que me estoy comiendo un pintxo de CO2.
Emitir juicios con la mascarilla puesta es peligroso: la falta de oxígeno afecta a la mente.
Si el futuro va a ser con mascarilla a mí me van a ver poco por la ciudad.
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