miércoles, 15 de diciembre de 2021

A tientas


                       Don Quijote y Sancho se van de compras

He olvidado las gafas. Sólo he traído las de sol. Cuando salgo de la biblioteca ya es de noche. Podría ponerme las gafas de sol, pero quedaría un poco raro, podrían tomarme por un facineroso, así que camino sin gafas, viéndolo todo borroso, sin poder fijarme en los detalles. Eso no me gusta, soy demasiado visual, apenas puedo disfrutar de mi paseo si no puedo ver bien, de tal modo que estoy a punto de darme la vuelta y volverme a casa, pero luego lo pienso mejor y decido continuar paseando. Cuando quiero ver algo tengo que acercarme mucho.

Me dirijo hacia la playa. En esa zona han instalado la mayor parte de las luces navideñas, así como una gran noria gigante, y una gran esfera, además de las fachadas coloreadas de algunos edificios. Hay bastante gente paseando, pese a que no hace ningún calor, sino más bien frío. Se me hace raro que haya tanta gente. He perdido la costumbre de salir una vez que se ha puesto el sol. Lo hago muy raramente. Así que todo me llama mucho la atención. También la niebla, que lo invade todo y que parece proceder del mar.

Cuando dejo atrás las luces, en el puerto, se me hace raro verlo todo en gris. Anda poca gente en la Parte Vieja: poco en vísperas de mucho, o algo parecido. Intento tomarme algo en un par de bares donde suelen poner jazz. Hoy me apetece un poco de jazz. Pero ambos están cerrados, no sé si por descanso semanal o definitivamente. Camino del tren, recalo en El Nido y, por fin, me tomo una caña. A estas alturas ya he optado por las gafas negras. Ahora lo veo todo más claro. O quizá ha sido la caña.




Playa de La Concha