Dos días sin apenas salir a pasear por culpa de las borrascas. Esta mañana me desquito y doy un paseo, repartido en dos ratos. En el primero me asomo al mirador sobre la bahía situado junto al Monumentos a los Caídos. El cielo gris, muy oscuro en algunas zonas, apenas deja pasar la luz. El mar se mentiene de color marrón por toda la tierra que el temporal ha arrastrado a través del río. El jardincillo que alberga el Monumento luce una bonita alfombra amarilla compuesta por las hojas de las moreras. Las moreras son duras de pelar, sólo los últimos temporales del año pueden arrancarlas de los árboles. Luego bajo un poco, pero no demasiado, porque han cortado el paso a la nueva pasarela debido a las inundaciones de las últimas horas.
Así que voy por arriba y paso delante de Bakhar Etchea (La casa del solitario), la casa del escritor Pierre Loti que se asoma a la bahía. El escritor se instaló en ella en 1891, al ser nombrado comandante de la estación naval de Hendaya. La adquirió en 1903 y murió en ella veinte años más tarde.
Antes de recoger a Greta me paso por el armario de libros que hay en el barrio de Belzenia y salgo con tres ejemplares. El Tirano Banderas de Valle-Inclán, que va a servir para ir completando la gozosa revisión que le estoy dando a este genio de la literatura española. Una novelita de Juan Carlos Onetti, Cuando entonces, en tipo grande y tapa dura. Probablemente Onetti, a quien no frecuento hace tiempo, es mi escritor preferido del llamado Boon latinoamericano; tengo una gran simpatía por este autor. Cuánto he disfrutado leyendo a este uruguayo que pasó tantos años en España. Y, por último, aunque menos conocido fuera de Francia, A demain!, del periodista Patrick Poivre d´Arvor, que fue una estrella de la televisión gala. En esta obra relata su viaje a pie a Santiago de Compostela. Caramba, si que he tenido suerte en esta ocasión. Ahora ya sólo voy a necesitar un poco de tiempo para leer todo este material.
Algo más tarde vuelvo a salir, esta vez por el barrio de la playa, que está casi desierto, pese a que hace un buen rato que ha dejado de llover. Sin embargo, sopla fuerte del noreste y el bulevar del mar está muy desapacible. Camino entre calles resguardadas y, cuando doy la vuelta, me asomo a la playa. Los temporales han acarreado hasta la arena una cantidad enorme de restos vegetales. Ya los han recogido en grandes montones y no tardarán en desaparecer. Aquí la playa se cuida con la atención que merece semejante joya de la naturaleza.